viernes, 28 de agosto de 2009

N.


Imperativos potentísimos a los que tengo que oponer el orgullo. Para callar sin mentir. Ocultar no es mentir, como no es falsa la obra de arte detrás del velo. El silencio no puede generar engaño, sino interpretaciones equívocas, estúpidas. Pero el ruido articulado es en sí estúpida y equivocada interpretación. ¿Qué podría ser lo bastante fuerte para horadar este silencio mío y no quedar con el remordimiento que produce la mentira y más que con eso con su inepta vaguedad? ¿Cómo contener mis ganas sin profanar el mundo, sin hablar, sin sufrir y seguir siendo yo en la ínfima coherencia que me otorgo? Ya se sabe que no es posible comunicar sin información y que comunicar es al principio y al final estática del pensamiento, lo otro son sensacioncitas desvaídas, puro drama –feliz o triste– que como una babosa aprehende alguno que quiere entender y que al final obedece, si el que balbucea es brillante. Entender, lo que se llama entender es tan ilusorio, tan accidental, como pensar en una mujer que pasa y querer llamarla y que ella venga y se quede y se esté bien y que eso pase tal cual uno se lo imaginó. Imaginar, es decir ver, pensar, no nombrar con letras una mujer que pasa y querer llamarla y que ella venga y se quede y se esté bien. Pero ni siquiera ver, pensar, es lo que dicen estas palabras “ver”, “pensar”. Es también ver al perro que pasó antes que la mujer pase, es saber del señor que contando sus monedas ha comprado un cigarrillo a la señora de gafas y bastón en su puestico azul de la esquina; es saber del cielo sucio, difuminado, confundiendo los grises sin corazón de los edificios en los que no vive nadie y en los que nadie trabaja pero que están ahí, justo cuando el que mira, el que piensa, está viendo, está pensando a la mujer que pasa. Imaginar es siempre el ejercicio doble de imaginar lo no imaginado porque la mujer se llama Tere, tiene piel de oro, pelo negro, rizado de madre selva hasta en las axilas que no alcanzan a ser cubiertas por una camisa lila de hombre con las mangas recortadas, las mismas que parecen servirle de medias o de algo que hay entre la piel y en el pie izquierdo un tacón y en el pie derecho una bota grulla talla 42 zurda, que la hace caminar chueco, y no le funcionan bien los riñones y tiene unos dientes podridos que resaltan el vociferante esplendor de un collar que no se sabe si es de brillantes o de gotas condensadas de sudor, atadas con hilillos de saliva de niño con hambre y futuro incierto. Mas ésta no es la mujer imaginada más arriba, la que pasa y se queda, aquélla se llama de otro modo y es hermosa. He ahí otro problema, ¿cómo hacer que otro entienda esa cosa arcana a la que se solicita con las siete letras ordenadas de “belleza”? ¿Cómo describirla sobre –bajo– ése parámetro? Ya que decir sus ojos son así y asá, huele a tal cosa, etcétera, sería mentir, herirla mintiendo, nombrarla, fuera de ver derrotado mi orgullo por su magnífico ser. Significante que esquiva su significado, al que por un lado no ocupa nunca completamente y, por el otro, al que no puede escapar sin pagar el precio de su propia desaparición. Entonces ¿qué pasa si la mujer se llama N. y uno no quiere decirlo y ella no viene y no se queda y no se está bien y no pasa tal cual uno se lo imaginó?

Agosto, 2004.

ESTEBAN GIRALDO


domingo, 23 de agosto de 2009

La lectura.

El hombre, en su indiscutible manía de hostigar con florituras lo que es simple y bello, ha hecho de la lectura (el acto de leer) un misterio excluyente que ha vacilado entre lo lúgubre, lo erudito y las poses forzadas. Lejos de la escueta definición de diccionario –que se me antoja más precisa- se han postulado nuevas acepciones que por saturadas y extraordinarias se muestran poco atractivas. Entre el libro y su lector todavía merodean, como moscas molestas, loas de piernas cruzadas, conciliábulos de fumadores gafufos y cursilerías para exhibir. Nada más espantoso para estas generaciones de la inmediatez. Habrá que despojar a la lectura de tanta pose absurda, y abogar siempre por lo simple del concepto.

CAMILO GIRALDO

jueves, 13 de agosto de 2009

He aquí mi muerto.

Monólogo del suicida.

Yace sobre mí. Si fuera necesario su cuerpo inerte me escondería. Ni siquiera las sombras aparecen, por falta de luz.

Todo estuvo bien preparado. El pegote se me agotó alistando un destino tan desconocido como inexorable. Al fin, está muerto.

Si no fuera por su celular que insiste en un repique dulce, casi grato, ya lo habría abandonado. Ese teléfono más que sonar, vibra. Siento el temblor, las convulsiones que se transmiten desde el bolsillo izquierdo de la chaqueta. Reemplazo inútil de latidos que igual lo reclaman para este mundo, no para esta calle donde está muerto. Muerto.

Sé bien quién llama con tanta urgencia… ya habrá leído la carta. La respuesta no llegará nunca: no contesto, no contestaré. No puedo. El inocente siempre pierde a la primera.

Espero. Para mí mismo ya llegará la hora. Y sigue el baldío palpitar de teléfono sobre mí, yaciente, donde no me pueden contestar. Eso es todo.

Ya estará llorando. O llorará. Sin mí. Sin el muerto.

ESTEBAN GIRALDO.

jueves, 30 de julio de 2009

La madera de Goes.

Apreciaciones al respecto del disco ”Madera” de Federico Goes.

Ya había escuchado algo de este disco, ya me habían hablado mucho de este disco, y solo esperaba a que todos los rumores se disiparan, saliera la placa y escucharlo. Este es el curso regular de la música en la ciudad que vivo, Medellín; la escena local se nutre y desnutre de rumores, de todos mirarnos entre nosotros y hablar de nuestros discos en espacios informales, nunca he estado en un conversatorio “serio” sobre la música local con músicos locales como expositores, o mejor debo decir con músicos activos hablando de su oficio.

Madera, El nombre es algo sugestivo. Al comprárselo directamente al Goes (pues debo aclarar que la distribución de dicho disco como muchos en Medellín es mano a mano y su comunicación boca a boca) me dijo “muchacho, este disco es para escucharlo con una botellita de vino” a lo que agregué: sabor a madera en la boca.

Madera nos muestra una faceta diferente de Goes, diferente al crucero donde se notaba la presencia de su banda electrónica: Mr.Akai Mpc, Mr. Moog, Mr.Sable (como le llama a su legendaria guitarra). En esta nueva faceta de Goes tenemos desde el principio sonidos acústicos, baterías, guitarras, bajos, sintetizadores de sonidos muy trabajados con un perfecto equilibrio entre la sicodelia rocanrolera y una elaboración medida.

Federico grabó todo lo que está en Madera, según él porque tenía un estudio a su disposición, “la finquita” (lugar de donde están saliendo varias producciones locales: Señor Naranjo con Melantrópico, Madera, y próximamente el disco de Carlos Duque). Teniendo todos estos elementos y unas cuantas letras y melodías armadas se montó en la tarea de hacerlo. Cuando le pregunte si lo tocaría, porque creo que debe tocarlo y mucho, me dijo que sería difícil pues es un disco para tocar con la banda de los parceros, esos ensayos interminables donde solo importan tocar y pulir y repulir un sonido o una secuencia de acordes ó sólo estar unidos alrededor de la música.

El disco tiene la participación de su pecosa: Carolina Castaño, quien colaboró con las letras y un tema con Federico Franco, llamado “Intromisión”.

A mi modo de ver el tracklist está pensado para darle una dinámica al disco, donde se puede recrear el mismo formato instrumental durante las 12 piezas de madera.

Para terminar sólo busquen este myspace, y si quieren tener el disco pues escribirle o buscar al muchacho Federico Goes en facebook.

http://www.myspace.com/federicogoes

JOSE GALLARDO A.

jueves, 23 de julio de 2009

Su avidez no tiene parangón

Hace unos días viene y me pregunta una muchacha que si le puedo explicar qué es un modelo. Su cara me indicaba que esperaba una respuesta enciclopédica. Y su cuerpo no me dejó organizar dos ideas coherentes sobre el asunto. Asustado, le dije que un modelo era algo así como el esquema, el diseño básico de cierto grupo de cosas. Interrogado por ese gesto que me decía no sabés, no sabés, hurgué allá, donde salen las palabras, y dije: es la encarnación de la fórmula. Ella parece que quedó satisfecha con semejante acertijo, me dio las gracias y se fue.

Resulta que pasando canales veo a esta muchacha más bella que todos los días, desfilando en una pasarela cualquiera de Colombiamoda. Y viéndola sé que casi le tengo una respuesta buena; un rollo no sobre qué es un modelo, sino sobre qué es una modelo. Una modelo es todo lo contrario de lo que es un modelo. Me explico: aceptemos el acertijo: un modelo es la encarnación de la fórmula, el tipo ideal de cierta cosa; una modelo, por su parte, es la encarnación de la reiteración, la repetición refinada, exacerbada de cierto canon de belleza. Un modelo trata de ser la ejemplificación más limpia y más simple; una modelo trata de llegar a ser lo que se dice –algunas mujeres son las primeras en decirlo– deben ser las mujeres. Y –algo admirable en realidad– lo logra. Para ponerlo en palabras de Baudrillard –el denigrado Baudrillard que ya descansa en paz–: es el simulacro que precede a la realidad. Como una muñeca rusa que se destapa desde la muñequita más pequeña. Como una puta que se hace cada vez más virgen –si la cosa fuera posible.

En su avidez de belleza y estilo una modelo toma el lugar del modelo, del ideal, pero sin fórmula, sin sentido. Es el simulacro perfecto de lo deseable. Y a diferencia de los modelos –de los seres amables de verdad– nos enseña lo que ya no está ahí. Por ser más bonitas que la belleza misma hacen que el deseo no se presente o calladamente se retire, dejándonos sólo con la pura indiferencia.

ESTEBAN GIRALDO

viernes, 17 de julio de 2009

MJ muere por segunda vez


Un atún se une al cardumen y trae un texto basado
en una entrada anterior: "Michael Jackson y
La Guerra De Los Mundos" (Léase antes).

Lo que importa es el acontecimiento. Lo demás está demás. El problema de las identidades generacionales, de los ídolos universales, de si es el último o el penúltimo, forma parte de una verdad anterior. Michael Jackson, el rey del pop, ya era un muerto. Ahora está muerto. Más allá del despliegue, las lágrimas y los homenajes póstumos, en orden de importancia lo primero es la muerte de un muerto. Ese es el acontecimiento.

A la primera muerte de MJ asistió toda la generación que lo mató y celebró su funeral. El niño prodigio murió cuando aceptó hacer lo que la gente de bien no puede hacer. Consagró su talento a colmar esa demanda tiránica que se compensa con el dinero, la gloria y la idolatría. Sucumbió a todos los excesos. En la carrera enloquecida para no ser como los demás, cambió de raza, cubrió su rostro, fue padre mediante inseminación artificial y se dedicó a dormir con muchachos adolescentes que lo acusaron. Salió libre porque no se puede condenar a un muerto.

Entre tanto, bailaba y cantaba al tiempo como ningún otro ser humano puede hacerlo. MJ logró no ser como los demás, es decir, exactamente un muerto. Logró no ser: ese fue su mérito y su enorme tragedia. Sin raza ni sexo, sin credo ni partido, en el escenario o en la pantalla, el protagonista de su propio Thriller era un muerto al no ser como los vivos. Demasiado trivial, su segunda muerte es menos conmovedora que la primera. Pero alecciona a los que lo lloran demasiado tarde. Ya no quedan dudas de que somos carne condenada a la descomposición. Faltaba un muerto para recordarnos que lo de la muerte iba en serio.

La generación que lo mató mitificándolo llora hoy su desaparición. Los que lo empujaron a no ser como el resto de los vivos, lamentan que a los cincuenta años, sobre-medicado para poder seguir muriendo, MJ tenga que ser enterrado como cualquiera. Naturalmente, se dudó de la veracidad de la noticia. Naturalmente, hubo notas necrológicas que empezaban así: “Sí, parecía mentira”. Y claro que parece mentira: saturados de muertos, ya sólo nos sorprende una segunda muerte.


PABLO CUARTAS



miércoles, 8 de julio de 2009

De Gabo y Cimrman

“La solitaria e incansable tarea de biografiar a Gabriel García Márquez” fue el título de un reportaje publicado por la AFP, en el cual se relatan algunos pormenores de la biografía hecha y por hacer del único biógrafo “tolerado” por el escritor. Se dice que cuenta con más de 500 páginas pero que además, el incansable Gerald Martin, tiene en su haber la no tan modesta suma de dos mil más, lo que me imagino hace feliz al biógrafo y le permite titular dicha obra con el ambicioso nombre de “Gabriel García Márquez, a life”. Ya lo dijo Cortázar en boca de uno de sus personajes: “…nadie sabe nada de nadie, y no es una novedad. Toda biografía da eso por supuesto y sigue adelante, qué diablos”. Es por eso que la tarea del Biógrafo me parece un tanto abrumadora; verter e invertir una vida en otra, y aún lo es más cuando a esa vida todavía la llenan los días, seguir cada paso con dos o tres cuartillas, desgastarse como el que trapea detrás de los zapatos enlodados del que no quiere dejar de caminar. Pero bueno, cada cual su oficio, que tal que no.

Producir, más que reproducir (si de esto se trata, en parte, el hecho de biografiar), me parecería una tarea más grata, o crear más que recrear si así se quiere. De esta forma nació en Viena Jára Cimrman (o según como se mire podría haber sido en República Checa), un personaje que se pasea silbando entre la realidad y la ficción, que hace de la frontera entre ambos mundos un cerco burlado, un alambrado caído. Creado por dos artistas con nombre de cortar-pegar para un teclado en español, Jiří Šebánek y Zdeněk Svěrák, con un poco de difusión se logró incorporar, a fuerza de inventos, viajes, poemas, teorías y hazañas, en la historia del mundo. En 1996 fue descubierto un asteroide que ahora lleva su nombre, al igual que uno de los teatros más visitados en Praga donde además se explora su misteriosa obra. Estos y otros detalles dan cuenta de su innegable existencia.

La biografía que es incapaz de abarcar la realidad y la creación artística que quizás escapa de la mera ficción. Tal vez haya que aceptar, en algún tiempo o en algún lugar, que esta dicotomía cede inevitablemente.

CAMILO GIRALDO.