jueves, 28 de enero de 2010

Los siete discos de la década.


Los siete discos que mencionaré son los que al día de hoy siento y pienso serían los mejores realizados, el orden de esto no tienen que ver con su relevancia en esta primera década del siglo XXI.

In principio - Arvo Pärt - 2009.
Arvo Pärt es un compositor de Estonia. Como muchos de los compositores del siglo pasado estuvo indagando en procesos de composición muy ligados a la experimentación desde la música y otras disciplinas; se sabe que participó en la realización de música para cine, música electroacústica, incluso fue director de uno de los centros de experimentación sonora en su país. A partir de 1971 su estilo compositivo tuvo un cambio muy significativo: empezó a trabajar lo que él denomina el tintinnabular o movimiento de campanas. La idea con este tratamiento es tratar de lograr melodías, contrapuntos y armonías simples que se acerquen a la música antigua occidental, es decir el canto llano y gregoriano. In principio es su más reciente producción, en la cual el formato es coral instrumental, es decir, tiene un coro y un grupo orquestal pequeño o de cámara. Aquí un link para escuchar una de las obras que aparece en In principio.

Radio Amor – Tim Hecker - 2003.
La verdad no recuerdo muy bien cómo llegue a conocer a este artista, una de las rutas podría haber sido el dl50 (blog que frecuento), o tal vez en alguno de los debates que se presentaban en la piscina vacía sobre el “tocar en vivo” -por los músicos que hacen música con computadores-, y creo que el mismo que escribe para dl50 puso un video de Tim Hecker, al que él llama maestro (y yo le tomo la palabra). Este disco sencillamente me parece hermoso, el tratamiento de las muestras y la dinámica lo hace una obra de arte con una gran continuidad, algo que admiro bastante.

One Word Extinguisher – Prefuse 73 - 2003.
Guillermo Scott-Herren es el nombre de pila de este artista. Es importante mencionar esto pues Scott Herren tiene varios seudónimos, que son también alter egos sonoros, algunos de ellos son: Piano Overlord, Delarosa and Asora y un proyecto en compañía llamado Savath and Savalas. Menciono este disco porque fue mi primer acercamiento a este artista sonoro, y la verdad le tengo un aprecio que se podría resumir como un gran descubrimiento; el cual a su vez se vio reflejado en un gran cambio en mi manera de hacer música, tanto desde el sentir como desde el pensar. Prefuse me causó un afán de buscar y recopilar cuanta información estuviera allí para ser utilizada, agradezco mucho a ese profesor de Herramientas de la música electroacústica o Pure data, quien me dio a conocer a este artista.

Echoes, Silence, Patience & Grace – Foo Fighters – 2007.
La verdad no me considero un fan de esta banda, más bien del momento en que surgieron y, más importante aún, de su líder Dave Grohl, a quien considero un músico nato. De este disco particularmente podría mencionar que pensé varias veces que lo habían hecho tratando de hacer un homenaje a Led Zeppelin, lo que se ve muy reflejado en los riffs de las guitarras, las armonías y la fuerza de la batería; es un disco que escuché y re-escuché hasta el cansancio, sobre todo esta canción que tiene un acompañamiento de metrónomo.

Siempre es hoy – Gustavo Cerati – 2002.
Sé que a muchísima gente no le gusta Cerati, a mí la verdad me gusta más Cerati que Soda Stereo, tal vez será algo generacional. Debo confesar también que Siempre es hoy fue el último disco que me gustó de Cerati; es un disco con una propuesta muy pop desde todo punto de vista, para mí pop es una buena canción que se pueda tararear y donde muchas veces las líricas no expresan nada más allá de sonar bien con la guitarra; este es un disco donde Cerati explota todas las herramientas análogo/digitales a más no poder e invita a casi todos sus amigos a participar con él. Luego del disco lanzó una convocatoria abierta para hacer remixes de él, que llamó Reversiones. No sobra decir que la puesta en escena del disco fue extraordinaria.

Lenguanegra – Parlantes – 2009.
Lanzado con toda la pompa y ceremonia en el teatro Lido de la ciudad de Medellín. Willy, el loro lenguanegra, en boca de un burro poeta y sus compañeros, vio la luz. De Parlantes ya he hablado en otro post, por eso no me extenderé mucho, sólo les diré que compren el talento criollo y aquí les dejo algo para escuchar.

Inlets – Vestibule ep – 2006.
Sebastian Krueger es el líder de este proyecto musical llamado Inlets, Vestibule a pesar de ser un ep tiene para mí todas las cualidades para ser uno de los mejores discos de esta década; lograr música sencilla, interesante y que te cautive es muy difícil en estos días. Este disco es una joya de la instrumentación donde a Krueger no se le da nada mezclar una viola con un trombón, donde los arreglos vocales son increíblemente conjugados y cualquiera de las voces puede ser la melodía principal. Aquí para descargar.

Posdata: Mi posdata será el disco de un artista que admiro y aprecio mucho.

[neuma]
No bastan los adjetivos para hablar de la música de este músico, [neuma] es el proyecto solitario de José Santamaria, no me referiré a un disco en específico pues es difícil encontrar sus discos físicos. Recomiendo que visiten la pagina donde ha publicado mucho de su material, además es un netlabel que lidera junto a otros conocidos www.seriesmedia.org. Yo tuve la fortuna de tener en mis manos uno de sus discos físico y así fue que lo conocí, el disco se llama Reverso, espero que algún día mucha más gente lo pueda tener.

JOSÉ GALLARDO.

domingo, 24 de enero de 2010

Dos en uno: solidaridad.

Al tanto de la tragedia se manifiestan estos dos fieles atunes y nos regalan una entrada “dos en uno”; exceso de solidaridad.

Solidaridad ninguna.

La tragedia, en tanto que tragedia, no es cuantificable. Existe un número exacto de muertos. Los edificios caídos y las calles arruinadas podrán ser reconstruidas con finitos millones de dólares. Las ayudas en especie, llegadas de todas partes del mundo, llegarán a su última tonelada. Pero nada dará la justa medida de la tragedia. Ni las fotografías, ni los relatos de los mejores periodistas pueden decir-lo-que-no-hay-palabras-para-decir.

Haití era un mundo chueco, extraño, pobre, pero al fin y al cabo era un mundo. Ahora es pura ruina. Es-un-mundo-que-es-no-siendo-mundo. Haití es un pago invivible. A eso se le suma el oportunismo descarado de los líderes de todos los países del mundo que con donaciones, visitas y lástima, ayudarán a la mitad de esa isla pérdida en el Caribe. Y lo peor es que ese oportunismo es necesario, y debe ser agradecido. La necesidad tiene cara de perro, dice un adagio popular. Y los benefactores cara de amo satisfecho, agregaríamos nosotros. Al desastre se le suma la vergüenza, a partir de la cual la caridad es posible.

Por supuesto, la caridad –generosa e interesada–, pero no se abren las fronteras. Que a ningún haitiano se le ocurra el despropósito de irse para otro país, que nos-pega-la-peste. Quién se creen para intentar abordar los aviones de nuestras fuerzas aéreas. Allá les mandamos comida y plata, pero no queremos sus negros y desastrados cuerpos en nuestro territorio.

Lo máximo a lo que llegaron los Estados Unidos fue a suspender la deportación de los ilegales haitianos en su país, antes –nobleza obliga–, habían sacado a sus ciudadanos de las ciudades colapsadas. En el entretanto miles de haitianos miraban con el estómago vacío los aviones que llegaban cargados con comida y salían con extranjeros del aeropuerto de Puerto Príncipe. De golpe vieron descender a Hillary Clinton de una nave venida de otro planeta, y pensaron que el mundo es rico, pero para ellos están cerradas esas puertas. Al inclinar la cabeza, como dando las gracias, se olvidaron que la lucha de los Estados Unidos en contra del comunismo explica muchas de sus desgracias, y que el esposo de la mona que desciende entre honores les impuso unas condiciones económicas que los sumieron en lo más hondo de la precariedad. Y que los gringos, por más que condonen su deuda externa, volverán a ser sus mayores acreedores, y que pronto volverán a ser expulsados, como ahora no son recibidos.

A la ONU le han llovido críticas: parece mucho más interesada en el rescate de sus funcionarios desaparecidos y muertos, que en cumplir una misión verdaderamente humanitaria. Dice la prensa colombiana que “las labores de rescate en el hotel Montana, uno de los más importantes de la capital y en donde llegaban importantes personalidades, se vieron entorpecidas debido a que un general chileno que hace parte de la misión de la ONU, ordenó buscar a su esposa, que se encontraba alojada en el edificio, sin importar si había o no más gente atrapada”, y que "no hay hospitales para atender a los heridos, pero en la sede de la ONU, donde están las cámaras de televisión, sí hay 600 rescatistas trabajando en una sola persona".


Colombia participa en la espectacular ayuda, cómo no. Hasta nuestro presidente ha amagado –en palabras de Antonio Caballero– con hacer un “camping en Haití”. Y así, líderes de los cinco continentes ejercen una fraternidad de foto. Una imagen de nuestra grandeza comparada con la catástrofe ajena.

Lo más doloroso –duele hasta el origen de eso que llamamos humanidad–, es que nos las hemos arreglado para convertir la devastación en una hoguera de vanidades. Y para esa tragedia, que es la nuestra, quizás no valga solidaridad ninguna.

ESTEBAN GIRALDO.

***

Yo ayudo, Tú ayudas, El ayuda: Nosotros ayudamos.

La tierra tembló y ahora Puerto Príncipe nos recuerda la sentencia bíblica: “Al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo poco que tiene”. Los voluntaristas de ocasión no se han hecho esperar, y ya circulan por el mundo que quedó en pie, intacto, sin un rasguño, las fotos que se tomaron algunos en medio del cataclismo. Nadie parecía saber siquiera qué idioma se hablaba en Haití, al punto que un periódico nacional ha debido titular ingenuamente: “¿Por qué Haití es tan pobre?”. Lo cierto es que no le bastaba con la miseria para existir en la conciencia del mundo, debía esperar a que un sismo de siete grados le sumara ruina al hambre, destrucción definitiva de un día a la destrucción prolongada, sostenida, silenciosa de todos los días. Los que hoy posan con cara de buena voluntad no sabían ni cuál era la capital de aquella isla olvidada por la Historia. Ahora que los muertos se cuentan por millares, todos quieren ayudar.

Ayudar está de moda. Es de buen gusto como en algún momento fue de buen gusto no hacerlo. Y viéndolo bien, lo que se ha hecho hasta ahora es lo mínimo que se puede y se tiene que hacer en un mundo donde las catástrofes se saben en todo el planeta casi al mismo tiempo en que están ocurriendo. El terremoto de Lisboa en 1755 fue de once grados, produjo un incendio de una semana, y por supuesto nadie pudo ayudar porque nadie supo de inmediato. Así que tampoco es heroico lo que se ha hecho pues no es más que corresponder a las posibilidades de la época. Basta de recompensas a los que hacen lo que tienen qué hacer. No perdamos la razón por exceso de sentimiento: ¿un acto desinteresado es posible? No, y en política menos. Parecer desinteresado es también un interés, y muy rentable, en la economía de las relaciones humanas. Además todo don exige un contra-don, así sea el agradecimiento perpetuo. De manera que hay que agradecer la ayuda, hay que conjugar el verbo, pero no más: lo demás, que está de más, es vulgar caridad en la era de la información.

PABLO CUARTAS.

domingo, 17 de enero de 2010

Moleskine | Pinacothèque de Paris


Pablo Cuartas, un atún que cruzó el Atlántico cargado de libreticas y curiosidad, comienza una serie de entradas. El tema, justo ese, lo que va quedando en las páginas de su moleskine.


La Pinacoteca de Paris exhibe La edad de oro holandesa, de Rembrandt a Vermeer. No es fácil imaginar la riqueza comprendida en el periodo que abren y cierran dos pintores de semejante estatura. Y sí, más de noventa cuadros bastan para sintetizar la grandeza del flamenco profundo. Les dispenso la descripción de las obras. Me limito a enumerar algunos temas: caballos pastando, escenas de interior, naturalezas muertas, retratos de vivos, autoretratos de artistas, una que otra escena bíblica y una que otra batalla naval. He aquí algunos títulos transcritos en mi Moleskine: El taller del tallador, Naturaleza muerta con libros, La carta de amor, y mi preferido: Escena de interior con una madre despiojando a su niño (el deber de una madre).

No creo necesario explicar mi fascinación por este título de Pieter de Hooch. La sola frase basta para indicar lo que se observa en el resto de la muestra: una sobria glorificación de lo cotidiano. La sencillez de las composiciones no tiene jamás una vocación alegórica ni apologética. Las cosas están ahí, los seres son en ese momento. A juzgar por este y otros lienzos, a Holanda le debemos una especie de oximoron: un barroco mundano. Ya no la exaltación suplicante del barroco español, con el corazón levantado hacia el Señor, con la culpa, con la culpa, con la gran culpa... Ya no los paraísos perdidos sino las pequeñas alegrías. Ya no la temerosa fe en Dios sino el escepticismo gozoso del Mundo.

Lo cotidiano se aviene mejor con esta celebración escéptica de lo inmediato. Por su propia fuerza, por su existencia soberana y autónoma, no necesita más que buenas descripciones. Pero esto no es una salida de lo sagrado. Tal vez el mejor homenaje que se le puede tributar a Dios es celebrar el mundo que inventó para nosotros en lugar de lamentar el pecado de Adán o implorar por la vida eterna. “Aquí podemos vivir puesto que aquí vivimos”. Esa y no otra será la divisa de un tiempo que ha logrado re-encantar el mundo. Yo, que tantas veces temblé frente a la Madeleine, tuve que cruzar la calle para entenderlo mejor en la Pinacoteca.


PABLO CUARTAS.


jueves, 14 de enero de 2010

El manifiesto Amarillo


Recuerdo que hace diez años (y perdónenme que empiece recordando la primera década de este siglo), se mencionaba mucho un tema que supuestamente cambiaría mucho nuestro futuro: La globalización; causa y consecuencia de todo el bien y de todo el mal pasado y por venir. Musicalmente hablando, los patriarcas de los nuevos tiempos mencionaban mucho el tema de la world music. Yo, personalmente, tengo muchas prevenciones con este tipo de música que, la verdad, aparte de ser un género creado por la industria y un par de ong´s , nunca he creído que muestre el verdadero panorama de lo que realmente es la etnomusicología.

Se preguntará el respetuoso lector por qué empiezo mis “taquilleras reseñas musicales” hablando de “globalización” y décadas pasadas. La razón fundamental se basa en la aparición de un disco esperado por muchos, y que para otros, como suele pasar muchas veces con este artista, será un gran hallazgo.

Su nombre de cuna es Federico Lozano, su apodo: El amarillo.

Es necesario que me detenga un poco para hablar de su trayectoria. El amarillo participó como bajista en bandas como Estados Alterados y Planeta Rica. De la primera podría mencionar que estuvo en la grabación de un disco inédito comandando por Twetty González; con Planeta Rica sé que grabó en las dos producciones conocidas. El amarillo también es uno de los productores de hip hop más reconocidos de la ciudad de Medellín, y de su trabajo como solista conocemos un primer CD titulado Audio indeleble y, ahora, Manifiesto.

Entrando en materia, siempre me ha gustado referirme a Federico Lozano como uno de los músicos colombianos más folklóricos, o “folks” (para el que guste de extranjerismos). Su música es una profunda investigación de las músicas locales, su lirica está contenida en la sencillez que da la experiencia de vivir y convivir con el campo y sus músicas típicas. Manifiesto es la segunda parte conocida de un proceso de experimentación con las músicas actuales y folklóricas del país, proceso que comenzó con el Audio Indeleble. Otra particularidad que tiene este músico es la inclusión de otros músicos locales; en Manifiesto tiene una lista larga: Mirabay, David Machado, Iraka Jaibanakus, Ramón Echavarría, Kolombia, Q´sko, Ultrajala, Tito, Guillen.

La distribución de Manifiesto se está realizando en la red en el siguiente link:

http://www.ilike.com/artist/El%20amarillo/album/Manifiesto

Música Colombiana hecha con gran gusto, sencillez y profundo espíritu tradicional. Por último les dejo el myspace http://www.myspace.com/lamarillo

JOSÉ GALLARDO A.

domingo, 10 de enero de 2010

De todito


El secreto de sus ojos

Juan José Campanella, 2009


Creo que nunca había visto una película latinoamericana así. En serio, y cuando digo latinoamericana no estoy pensando solo en Argentina, México, Cuba y Colombia, que es generalmente lo que nos es dado ver. Convencidos por aquello del cine subdesarrollado y la vida cotidiana, la idiosincracia, la política, la telenovela o el humor de latonería y pintura, los que hacían cine en este continente no se habían propuesto, como en literatura, que el mundo estuviera en una obra. Que un destino completo, una reflexión política y el lenguaje cinematográfico de impecable cartilla contaran una historia, donde además la técnica y las actuaciones estuvieran de nuestro lado. Tipo digan ustedes El talentoso mister Ripley o Amélie –para ponernos tiernos–.

Sí, sé que puede sonar de un snob que te cagás, porque además yo no soy una enciclopedia ni en cine latinoamericano ni en cine en general ni en nada. Y ya vendrán con ejemplos que de buena gana aceptaré; el ímpetu con el que termino esta cintilla ya tendrá tiempo de asentarse y arrepentirse. Pero insisto, con pocas películas realizadas en este lado del mundo se puede percibir la intención y el éxito de hacer una película que encierre el mundo particular, específico y cerrado de esos personajes, con tanta credibilidad que parezca, también, nuestro mundo, el mundo de todos.

Para quienes tenemos esa cierta propensión a recordar a los segundones, a los entrañables fracasados, sin cuya opacidad no sería posible el fulgor de los protagonistas, en El secreto de sus ojos hay dos personajes de este tipo. Uno más que otro. El más: Sandoval. El otro: Morales. Y debo advertir que ni Espósito ni Irene, los protagonistas, son como para tirar al sanalejo.

En la memoria quedará, también, el magnífico plano secuencia de la persecución de Gómez. Quedará esa manera tan impresionante de captar un modo de hablar, esa cadencia porteña veloz, febril; unos diálogos que sólo eran posibles si eran recitados, sin pensar. Y bueno, fuera de una buena adaptación de una novela que habrá que conseguir, y que es el sustrato de todo, quisiera decir que otro mérito es el montaje –realizado por el mismo Campanella– con tantas alternativas y tantas buenas eleccciones (menos ese efecto imitación al que Michel Gondry inventó para el video Like a Rolling Stone en la versión de los mismísimos Stones).

Y bueno, ese espíritu totalizante del que hablaba al principio y que se alcanza sólo cuando una historia de pocos está bien contada. Una historia que tiene de todito, que no deja de tener eso que decía de la política, del subdesarrollo, de la telenovela y lo demás, pero que es ya otra cosa, que nos pone en otro nivel, creo.


ÓSCAR LACLAU

jueves, 7 de enero de 2010

Cincuenta años sin Camus


"Un ruido brutal” fue lo que sintió un campesino que caminaba por la Nationale 5 el día 4 de enero de 1960, a escasos metros del lugar donde Michel Gallimard incrustó su automóvil en un árbol. Atrás iban su esposa y su hija, que salieron ilesas del accidente. A su lado iba Albert Camus.

La muerte es un simulacro en la vida de los artistas. Es la última página de sus biografías, pero a decir verdad una página insignificante en la vida propia de sus obras. Salvo algunos casos excepcionales –el fusilamiento de Lorca ordenado por Franco, la sífilis contraída por Rimbaud en África, el disparo en el corazón de J-A Silva- los artistas tienen una muerte muy inferior a la grandeza de sus obras. La pulmonía de Proust no se compadece con la belleza de sus evocaciones, el olvido de Beckett en un sanatorio de París es muy menor al lado de Esperando a Godot, el lento deceso de Borges en esa “noche” donada por Dios es menos conmovedor que cualquiera de sus versos.

La muerte es un asunto perfectamente banal para los hombres que tienen una obra que los sobrevive. Lo que en la vida de un hombre cualquiera es definitivo, en la vida del artista es casi siempre un asunto sin importancia. La petite histoire que conocen los biógrafos nos revela detalles que dignifican esas muertes: sí, Proust agarró su pulmonía en una noche de invierno en la que se exponía un cuadro de Vermeer que no podía dejar de contemplar; sí, el sanatorio de Beckett es una prolongación de ese ambiente sórdido de ancianos venidos a menos, al borde de la mendicidad y la locura; sí, la muerte de Borges en sus sombras de lector ciego no deja de recordarnos la maestría
de Dios, que con magnífica ironía le dio a la vez los libros y la noche. Pero de todas maneras son muertes que no merecen a esos muertos.

Vivir es muy difícil, pero morirse más. Uno puede elegir la manera de no llevar una vida mediocre, pero raramente tiene la posibilidad de escoger una muerte interesante. El 4 de enero de 1960 un hombre cualquiera informó que había un automóvil siniestrado en la Nationale 5. Albert Camus había declarado en broma que lo realmente Absurdo sería morir en un accidente de tránsito. Una muerte indiscreta, ruidosa, mundana, como correspondía al escritor que nos enseñó a elegir entre el fastidio de vivir y el placer de existir.


Pablo Cuartas


Fotografía: Henri Carier Bresson.

http://www.britannica.com/EBchecked/topic-art/97458/9167/Albert-Camus-photograph-by-Henri-Cartier-Bresson

lunes, 4 de enero de 2010

Lejano esté el día.

Yo sé que este blog lo leen tres o cuatro atunes, todos conocidos, todos más o menos díscolos, como uno, que le coge confianza a cualquiera por cualquier maricada. Así que no resultará un atrevimiento insufrible que les pida que vayan hasta la nevera, la alacena y los cajones de la cocina, y les exija que se fijen en lo que tienen en común la leche, los panes, los yogures, las pastas, las salsas, los quesos, las carnes frías, las arepas –telas y de chócolo–, las galletas, las gaseosas y, por supuesto, las latas de atún. Pero vayan. ¡Vayan! Es en serio. Voy a poner un punto aparte para darles tiempo de ir. Les juro que cuando vuelvan entraré en materia.

Sí, cómo no. Ya los veo pensando “se embobó este güevón”. Así que los perdono y, para los que no se hayan apercibido del asunto, les explicito la vaina. Todas esas cosas, hijas de un mundo rápido, aséptico y consumado, tienen fecha de vencimiento. Vencen tal día, tal mes, tal año. Casi todo vence. Los condones vencen. Las suscripciones vencen. Las drogas –todas, en general, no vayan a creer que porque el jíbaro no les dice la cosa dura toda la vida– vencen. Los cosméticos vencen. Los productos de aseo vencen. Las pinturas vencen. Las pilas vencen. Las contraseñas vencen. Los contratos, las obligaciones vencen. Las modas vencen. Los amores y los desamores vencen. Y podría seguir, pero si quieren sigan ustedes en los comentarios –no me voy a poner yo a enumerar el mundo–.

Y pillen que la palabra es bonita, porque vencer –depende del contexto– es el acto de echarse a perder o de ganar. Y por esa vía queda fácil un juego de palabras pendejo: “vence lo que no vence”, que podría ser una definición burda y brusca para lo que, por ejemplo, Borges entendía por “clásico”: lo que perdura en los hombres y en el tiempo. Pero mejor no sigo por este camino porque quién sabe dónde termina el párrafo.

Vuelvo al punto –si es que alguna vez estuve en él–. Nada. Que pensé escribir una entrada como para despedir el año, no fuera ser que por desidia el cambio de calendario pasara desapercibido. Y se me ocurrió eso de las fechas de vencimiento, para decir que también los años vencen, que este ya casi venció, y que a nosotros también nos corresponde una fecha de vencimiento, escrita quizá –para seguir con Borges– desde el principio del mundo. Y pues que sólo un deseo: lejano esté el día.

Diciembre 28 de 2009.

ESTEBAN GIRALDO.