jueves, 30 de julio de 2009

La madera de Goes.

Apreciaciones al respecto del disco ”Madera” de Federico Goes.

Ya había escuchado algo de este disco, ya me habían hablado mucho de este disco, y solo esperaba a que todos los rumores se disiparan, saliera la placa y escucharlo. Este es el curso regular de la música en la ciudad que vivo, Medellín; la escena local se nutre y desnutre de rumores, de todos mirarnos entre nosotros y hablar de nuestros discos en espacios informales, nunca he estado en un conversatorio “serio” sobre la música local con músicos locales como expositores, o mejor debo decir con músicos activos hablando de su oficio.

Madera, El nombre es algo sugestivo. Al comprárselo directamente al Goes (pues debo aclarar que la distribución de dicho disco como muchos en Medellín es mano a mano y su comunicación boca a boca) me dijo “muchacho, este disco es para escucharlo con una botellita de vino” a lo que agregué: sabor a madera en la boca.

Madera nos muestra una faceta diferente de Goes, diferente al crucero donde se notaba la presencia de su banda electrónica: Mr.Akai Mpc, Mr. Moog, Mr.Sable (como le llama a su legendaria guitarra). En esta nueva faceta de Goes tenemos desde el principio sonidos acústicos, baterías, guitarras, bajos, sintetizadores de sonidos muy trabajados con un perfecto equilibrio entre la sicodelia rocanrolera y una elaboración medida.

Federico grabó todo lo que está en Madera, según él porque tenía un estudio a su disposición, “la finquita” (lugar de donde están saliendo varias producciones locales: Señor Naranjo con Melantrópico, Madera, y próximamente el disco de Carlos Duque). Teniendo todos estos elementos y unas cuantas letras y melodías armadas se montó en la tarea de hacerlo. Cuando le pregunte si lo tocaría, porque creo que debe tocarlo y mucho, me dijo que sería difícil pues es un disco para tocar con la banda de los parceros, esos ensayos interminables donde solo importan tocar y pulir y repulir un sonido o una secuencia de acordes ó sólo estar unidos alrededor de la música.

El disco tiene la participación de su pecosa: Carolina Castaño, quien colaboró con las letras y un tema con Federico Franco, llamado “Intromisión”.

A mi modo de ver el tracklist está pensado para darle una dinámica al disco, donde se puede recrear el mismo formato instrumental durante las 12 piezas de madera.

Para terminar sólo busquen este myspace, y si quieren tener el disco pues escribirle o buscar al muchacho Federico Goes en facebook.

http://www.myspace.com/federicogoes

JOSE GALLARDO A.

jueves, 23 de julio de 2009

Su avidez no tiene parangón

Hace unos días viene y me pregunta una muchacha que si le puedo explicar qué es un modelo. Su cara me indicaba que esperaba una respuesta enciclopédica. Y su cuerpo no me dejó organizar dos ideas coherentes sobre el asunto. Asustado, le dije que un modelo era algo así como el esquema, el diseño básico de cierto grupo de cosas. Interrogado por ese gesto que me decía no sabés, no sabés, hurgué allá, donde salen las palabras, y dije: es la encarnación de la fórmula. Ella parece que quedó satisfecha con semejante acertijo, me dio las gracias y se fue.

Resulta que pasando canales veo a esta muchacha más bella que todos los días, desfilando en una pasarela cualquiera de Colombiamoda. Y viéndola sé que casi le tengo una respuesta buena; un rollo no sobre qué es un modelo, sino sobre qué es una modelo. Una modelo es todo lo contrario de lo que es un modelo. Me explico: aceptemos el acertijo: un modelo es la encarnación de la fórmula, el tipo ideal de cierta cosa; una modelo, por su parte, es la encarnación de la reiteración, la repetición refinada, exacerbada de cierto canon de belleza. Un modelo trata de ser la ejemplificación más limpia y más simple; una modelo trata de llegar a ser lo que se dice –algunas mujeres son las primeras en decirlo– deben ser las mujeres. Y –algo admirable en realidad– lo logra. Para ponerlo en palabras de Baudrillard –el denigrado Baudrillard que ya descansa en paz–: es el simulacro que precede a la realidad. Como una muñeca rusa que se destapa desde la muñequita más pequeña. Como una puta que se hace cada vez más virgen –si la cosa fuera posible.

En su avidez de belleza y estilo una modelo toma el lugar del modelo, del ideal, pero sin fórmula, sin sentido. Es el simulacro perfecto de lo deseable. Y a diferencia de los modelos –de los seres amables de verdad– nos enseña lo que ya no está ahí. Por ser más bonitas que la belleza misma hacen que el deseo no se presente o calladamente se retire, dejándonos sólo con la pura indiferencia.

ESTEBAN GIRALDO

viernes, 17 de julio de 2009

MJ muere por segunda vez


Un atún se une al cardumen y trae un texto basado
en una entrada anterior: "Michael Jackson y
La Guerra De Los Mundos" (Léase antes).

Lo que importa es el acontecimiento. Lo demás está demás. El problema de las identidades generacionales, de los ídolos universales, de si es el último o el penúltimo, forma parte de una verdad anterior. Michael Jackson, el rey del pop, ya era un muerto. Ahora está muerto. Más allá del despliegue, las lágrimas y los homenajes póstumos, en orden de importancia lo primero es la muerte de un muerto. Ese es el acontecimiento.

A la primera muerte de MJ asistió toda la generación que lo mató y celebró su funeral. El niño prodigio murió cuando aceptó hacer lo que la gente de bien no puede hacer. Consagró su talento a colmar esa demanda tiránica que se compensa con el dinero, la gloria y la idolatría. Sucumbió a todos los excesos. En la carrera enloquecida para no ser como los demás, cambió de raza, cubrió su rostro, fue padre mediante inseminación artificial y se dedicó a dormir con muchachos adolescentes que lo acusaron. Salió libre porque no se puede condenar a un muerto.

Entre tanto, bailaba y cantaba al tiempo como ningún otro ser humano puede hacerlo. MJ logró no ser como los demás, es decir, exactamente un muerto. Logró no ser: ese fue su mérito y su enorme tragedia. Sin raza ni sexo, sin credo ni partido, en el escenario o en la pantalla, el protagonista de su propio Thriller era un muerto al no ser como los vivos. Demasiado trivial, su segunda muerte es menos conmovedora que la primera. Pero alecciona a los que lo lloran demasiado tarde. Ya no quedan dudas de que somos carne condenada a la descomposición. Faltaba un muerto para recordarnos que lo de la muerte iba en serio.

La generación que lo mató mitificándolo llora hoy su desaparición. Los que lo empujaron a no ser como el resto de los vivos, lamentan que a los cincuenta años, sobre-medicado para poder seguir muriendo, MJ tenga que ser enterrado como cualquiera. Naturalmente, se dudó de la veracidad de la noticia. Naturalmente, hubo notas necrológicas que empezaban así: “Sí, parecía mentira”. Y claro que parece mentira: saturados de muertos, ya sólo nos sorprende una segunda muerte.


PABLO CUARTAS



miércoles, 8 de julio de 2009

De Gabo y Cimrman

“La solitaria e incansable tarea de biografiar a Gabriel García Márquez” fue el título de un reportaje publicado por la AFP, en el cual se relatan algunos pormenores de la biografía hecha y por hacer del único biógrafo “tolerado” por el escritor. Se dice que cuenta con más de 500 páginas pero que además, el incansable Gerald Martin, tiene en su haber la no tan modesta suma de dos mil más, lo que me imagino hace feliz al biógrafo y le permite titular dicha obra con el ambicioso nombre de “Gabriel García Márquez, a life”. Ya lo dijo Cortázar en boca de uno de sus personajes: “…nadie sabe nada de nadie, y no es una novedad. Toda biografía da eso por supuesto y sigue adelante, qué diablos”. Es por eso que la tarea del Biógrafo me parece un tanto abrumadora; verter e invertir una vida en otra, y aún lo es más cuando a esa vida todavía la llenan los días, seguir cada paso con dos o tres cuartillas, desgastarse como el que trapea detrás de los zapatos enlodados del que no quiere dejar de caminar. Pero bueno, cada cual su oficio, que tal que no.

Producir, más que reproducir (si de esto se trata, en parte, el hecho de biografiar), me parecería una tarea más grata, o crear más que recrear si así se quiere. De esta forma nació en Viena Jára Cimrman (o según como se mire podría haber sido en República Checa), un personaje que se pasea silbando entre la realidad y la ficción, que hace de la frontera entre ambos mundos un cerco burlado, un alambrado caído. Creado por dos artistas con nombre de cortar-pegar para un teclado en español, Jiří Šebánek y Zdeněk Svěrák, con un poco de difusión se logró incorporar, a fuerza de inventos, viajes, poemas, teorías y hazañas, en la historia del mundo. En 1996 fue descubierto un asteroide que ahora lleva su nombre, al igual que uno de los teatros más visitados en Praga donde además se explora su misteriosa obra. Estos y otros detalles dan cuenta de su innegable existencia.

La biografía que es incapaz de abarcar la realidad y la creación artística que quizás escapa de la mera ficción. Tal vez haya que aceptar, en algún tiempo o en algún lugar, que esta dicotomía cede inevitablemente.

CAMILO GIRALDO.

jueves, 2 de julio de 2009

Michael Jackson y La guerra de los mundos

Sí, parecía mentira. Ese día, cuando me encontré con mis amigos, los saludé con la noticia. Michael Jackson está muerto. No, me respondieron. Imposible. Piró a las 4:45 de hoy, dije exacto y burlón.

Prendan el radio si no me creen, propuse al ver que sus gestos se debatían entre el dolor y la rabia hija de una broma pesada.

El radio, sin demora, trajo noticias contundentes. Mis amigos, sin embargo, seguían sin creer. Uno de ellos, agarrado a esa idea como a un chaleco salvavidas, dijo que no, que todo era pura tramoya, una estrategia publicitaria para revivir una carrera casi extinta. Sí, como La guerra de los mundos de Wells, respondí, ya sin ganas de ser irónico.

A esas alturas, con el cadáver aun caliente, todo podría ser. Sin embargo, vale la pena preguntarse por la resistencia de este amigo mío a la muerte del rey del pop, del mago, del genio, del monstruo negriblanco que con su voz, sus bailes, sus videos musicales, sus escándalos dentro y fuera del escenario, marcaron no sólo la historia de la música popular del mundo, sino de la generación que vivió su adolescencia y su juventud en la década del ochenta.

Y es que con Michael Jackson muere la penúltima estrella total, uno de los últimos seres humanos que hicieron efectivamente de su vida una obra de arte. Un hito, una diva, una vedette a cabalidad, capaz de mantener el fervor de sus seguidores a lo largo de lustros, como un sacerdote profano que vincula a sus creyentes con su sola presencia. Un ídolo en el sentido estricto de la palabra. Michael Jackson, su cuerpo, representaba una época. Y digo bien penúltimo –la última es Madonna–, porque de ahora en más no podrán existir fenómenos como el de Jackson. No hay manera. El mundo, de correr tanto, ya no está para esos trotes. Nuestros jóvenes, abrumados por la cantidad de identidades que pueden elegir todos los días y en todos los medios, desde el amor hasta la política, por exceso, no cuentan, no pueden contar con una figura mítica, totalizante de su mundo y su época. De los ídolos hemos pasado a la sucesión incesante de estrellitas que, según el decir de Capote, solo viven su cuarto de hora.

En los noventas quizá Kurt Coubain fue el único artista que tenía madera de ídolo, de receptáculo universal de la década, pero su muerte prematura fue consecuente con esos tiempos efímeros, y se convirtió, a la manera de Aquiles, en un mito demasiado joven. ¿Quién, en los primeros diez años del nuevo milenio aspira siquiera, de lejos, a un lugar así? Que alguien tire la primera piedra. ¿Alguno?

Jackson, con su muerte, deja una suerte de orfandad. Una seguridad menos para mis pobres amigos nacidos en la décadas del sesenta y del setenta. Aquellos que, excluidos del mercado de creencias que ofrecen Facebook, Twitter y Second Life, se aferran a las verdades generacionales de las que Jackson era un pastor.

Esa es una de las razones por las que los medios de todo el globo desplegaron con tanta generosidad en tiempo y recursos los avances de última hora, los homenajes, los reportajes, los documentales y los especiales en torno a la figura del astro. Son los periodistas y los editores quienes a través de esa sobreexposición, como si de una ceremonia ritual se tratara, hacen el duelo de la generación a la que pertenecen. Y así, ficcionalmente, hacen plausible la peregrina hipótesis de mi amigo: que todo se trate de una farsa catastrofista. Otra guerra de los mundos.

Y fuera de la famosa representación que H. G. Wells hizo en una radio en Nueva Jersey en 1938, esta nueva guerra de los mundos se parece más a una adaptación realizada en Quito, por “La voz de la capital” el sábado 12 de febrero de 1949, cuando en medio de los primeros ataques marcianos, la estación radial comenzó a arder, llenando los estudios de un humo negro al que los locutores aludieron, antes de ser abrazados por el fuego.


ESTEBAN GIRALDO