El hombre, en su indiscutible manía de hostigar con florituras lo que es simple y bello, ha hecho de la lectura (el acto de leer) un misterio excluyente que ha vacilado entre lo lúgubre, lo erudito y las poses forzadas. Lejos de la escueta definición de diccionario –que se me antoja más precisa- se han postulado nuevas acepciones que por saturadas y extraordinarias se muestran poco atractivas. Entre el libro y su lector todavía merodean, como moscas molestas, loas de piernas cruzadas, conciliábulos de fumadores gafufos y cursilerías para exhibir. Nada más espantoso para estas generaciones de la inmediatez. Habrá que despojar a la lectura de tanta pose absurda, y abogar siempre por lo simple del concepto.
CAMILO GIRALDO
No hay comentarios.:
Publicar un comentario