lunes, 30 de agosto de 2010

Discurso de grado II


El que todo lo entrega siempre recibe injusticia. Por eso bruscamente deberíamos prometer que siempre estaremos dispuestos a fracasar mejor. Y semejante afirmación nada tiene de triste ni de desencantada, menos en un rito de institución como el que hoy nos reúne; fracasar mejor, hemos dicho, no peor. Lo prometemos para obligarnos a no ser mezquinos, para ser virtuosos. El talentoso es quien más fracasa; la medida de su grandeza no se halla en las riquezas del mundo sino en sí mismo. Elegimos el fracaso porque a veces el éxito, como la perfección y la muerte suponen un acabamiento insoportable. Entendemos que el fracaso no es la ausencia del éxito o un mal éxito; el éxito es, sin más, la imposibilidad de moverse, de atreverse a fracasar, para fracasar mejor.

Una vez finalice esta ceremonia seremos definitiva e inapelablemente adultos. Se nos habrá impuesto una obligación nunca antes tan imperiosa. En un mundo interconectado al punto de hacer desaparecer la geografía, donde infinidad de expresiones pueden estar en todos los espacios, reproducidas indefinidamente en el tiempo, donde todo puede explicarse por ese lugar común que dice: “es que fue un problema de comunicación”, se nos exige ser comunicadores profesionales. Y utilizamos la expresión “comunicadores profesionales” en sentido amplio: tanto como comunicadores sociales o como periodistas o como fotógrafos o como escritores o como futuros cineastas. Omitimos la mención del guión escrito en nuestros diplomas de Comunicadores Sociales – Periodistas porque ese guión a estas alturas se parece mucho al signo matemático del menos.

En fin, se nos pedirá que en la multitud de signos y de ruidos que recorren el globo en una milésima de segundo, seamos capaces de fraguar voces que no hablen desde la atorrancia de un interés mezquino sino desde la certidumbre de decir aquello que debe ser dicho o debe ser callado, defendiendo unos valores ya casi olvidados pero implicados en ese adjetivo “social”, nada menos que la libertad y la igualdad. Será necesario empeñarnos en desmentir el tan famoso como detestable aforismo de Karl Krauss: “no tener una idea y poder expresarla es lo que hace al periodista”. Y seguramente cuando estemos diciendo aquello que tiene que ser dicho porque es importante decirlo o porque es una idea genuina, nuestra voz será apagada a la fuerza o simplemente se diluirá en el galimatías del mundo, donde ya nadie está dispuesto a escuchar, tan ocupados como están todos en vender verdades desechables. Mas en ese momento persistiremos en el intento de articular un diálogo, una comunicación honesta, plural. Y puede que aun así nadie quiera escucharnos. Y si al final nadie nos escucha, entonces callaremos. Fracasaremos. Y nuestra gloria será ese fracaso, porque cuando nuestro murmullo haga falta, el mundo sabrá que la historia del hombre ha cometido otra injusticia. Después se nos pedirá que retomemos la palabra, y ahí estaremos nosotros, nuevamente, dispuestos a fracasar mejor.

Sin embargo, antes de salir de esta sala debemos ser conscientes que no salimos intactos. Estuvimos con mujeres a las que quisimos decirles que nuestra definición era esperarlas, pero a veces nos faltó el valor. Conocimos personas en cuya sonrisa había dos cosas a la vez: una costumbre insensata y un fragmento de historia universal. Entre un golpe y otro de alegría resistimos aburrimientos insufribles. Aprendimos que en la carrera arrastramos a esos bellos seres inocentes que ahora están o quisieran estar aquí en calidad de familiares, y de tan rápido que íbamos casi nunca les dimos las gracias –sea esta la oportunidad–. Nos educó el amor, ese otro juego en el que sólo se trata de darlo todo y a cambio se recibe injusticia. Gracias a eso, salimos fuertes, con la probada capacidad de alcanzar aquello que nos prometemos y con la suficiente generosidad de entregar lo que para otros sería muy doloroso entregar.

Ahora estamos aquí, felices, celebrando y pidiendo que para alcanzar el éxito no se nos exija ser mezquinos. Sabemos que al cabo del tiempo nuestra capacidad de entrega será tan grande que perderá más la justicia con negarnos lo que es nuestro, que nosotros con la imposibilidad de reclamarlo. Luego vendrá el punto final de los finales, y pueda ser que allí, más allá de la tristeza de nuestros cuerpos, la nada nos sea favorable.

ESTEBAN GIRALDO.
IMAGEN: CHEMA MADOZ.

viernes, 27 de agosto de 2010

Discurso de grado I

Primera y penúltima parte de una entrada: un rifirrafe preliminar a un discurso de grados al que en su momento le sobraron adjetivos descalificativos, y que los Atunes osarán publicar sin falta el próximo Domingo.


Señoras y señores, el texto que aparece al final de este correo es el que recibí como discurso de los graduandos para la ceremonia de mañana y, con ánimo de concertar, con el afecto que me acompaña por quienes son miembros del Alma Máter y por Ustedes muy especialmente que son de mi Facultad, y con el debido respeto, les invito a revisarlo en el siguiente sentido: primero, me parece que la escogencia de términos, y espero que sea de términos solamente, creo que no es la más precisa. Entre lo inacabado y lo fracasado hay una diferencia semántica bastante grande y me atrevo a creer que se refería a una necesidad de continuar haciendo y creando y construyéndose para no morir, y no al fracaso que más refiere a la renunia y no al coraje y a la entereza necesarias para continuar; esto me lleva a la segunda observación, que tiene que ver con la connotación, y con todo afecto les recuerdo que el discurso en su conjunto connota de acuerdo con una sumatoria de rasgos distintivos (positivos y negativos) y, la verdad, no comprendo si ese es un sentir colectivo (que bien pudiera serlo y tal vez yo no lo he comprendido), pero también les recuerdo que cuando se hace oratoria -y este es el caso- no se hace sobre las pasiones personales sino para un auditorio –que para esos es la oratoria, los oyentes, ¿no?. Les recuerdo en este sentido, una vez más, que este discurso, que bien puede ser el sentir de los graduando y posiblemente colectivo, está destinado a 280 asistentes a una ceremonia, de los cuales sólo 38 son graduandos, ¿y las familias, y los amigos, y los colegas y todos los demás asistentes?. Tal vez, insisto no es de contenido, es de manera de expresarlas. Finalmente, ya en la reunión les recordaba que este es un acto protocolario y que para hacer discursos para este tipo de eventos, (más en el caso de quien tenga una formación en el campo del lenguaje) conviene revisar los discursos de los grandes oradores, no para copiarlos sino para entender el sentido.

Les copio el texto y los invito a revisar lo dicho y no es con ánimo de censura porque finalmente este es su discurso, lo han hecho por delegación y si quieren así lo leen; es, eso sí, con el respeto por Ustedes y con la consideración por sus invitados:

(PD anticipada: cualquier observación o decisión me la comunican antes de las 9:00 a.m. de mañana 29 de septiembre)

Un saludo afectuoso,


Mario Aguiar.

***

Más allá de preguntarse por connotaciones o por significados profundos, la cuestión aquí, señor Aguiar, es qué hace usted leyendo "nuestro" discurso de grados. Y lo pongo entre comillas porque, evidentemente, muchos no se sentirán identificados con él.

De una manera democrática y participativa, de esa de la que las cabezas de la querida Facultad de Comunicaciones se jacta tanto tantas veces, mis compañeros graduandos eligieron la pseudo intelectualidad rancia para que los representara en, tal vez, el único espacio nuestro en la ceremonia.

No le queda bien a usted venir a pedir que lo hagamos más amable, más colorido, más hipócrita. A la Universidad le debemos demasiado, pero muchos no nos sumamos a ese unanimismo del curubito -en el que creo usted se encuentra- donde se piensa que la Facultad es lo único, lo mejor y donde los cartones son demasiado importantes como para untarse del mundo real. ¿Por qué hay qué revisar lo que decimos? ¿Es peligroso que digamos algo "malo" ante el emisario del rector? A pesar de que usted lo niega, suena a censura. Señor Aguiar, en serio no le va ser el mandadero del poder y querer quedar bien ante la mesa principal.

Claro que habría sido mejor otro discurso, uno más crítico frente a otros aspectos, pero este es el que la democracia eligió.

Seremos recordados como promoción por una burda imitación y mezcla de Beckett, Lytorad y Heidegger. Tranquilo que este discurso no partirá en dos el mundo literario: mientras lo leen, muchas mamás se arreglarán el vestido, los hermanitos buscarán en los corredores y las abuelas roncarán. Ese es nuestro problema, no el de la Facultad


Camilo Sixto Baquero M.

Graduando

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tranquilo aguiar, tenes razón. Parece pa un grado de bachillerato jeje.

David Roldán

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Me da un poco de pena con familiares y amigos la calidad de este discurso. En mi opinión, no tiene una estructura definida e intenta disimular con palabras rebuscadas la falta de una idea contundente y reflexiva. Cuando uno lo lee se pregunta si es un texto que acabó de escribir una persona que tiene como labor traducir un poco de realidad para la gente, ¿de qué manera entonces será entendida esa realidad? ¿será que es mejor hablar "BONITO" que decir las cosas como son? ¿qué papel cumplimos entonces como mediadores sociales? No sé, es como triste. Si estuviera en mis manos no quisiera que mis familiares y amigos tuvieran que escuchar un discurso donde (CREO POR LO QUE LEÍ) ni siquiera quien lo escribió plasmó claramente su intención.

Mario, no creo que sea censura y a Camilo en este momento creo que te hizo falta haber asistido a la reunión. Además, como profesionales de una misma cohorte debemos preocuparnos por lo que los asistentes al acto puedan pensar de nosotros como promoción. En lo personal, no me siento representada con este discurso, lastima que el candidato que había postulado no salió favorecido.

Si en algo ha de servir mi mensaje, y no es muy tarde, me gustaría que el discurso fuera otro.


Luz Adriana Ruiz Marín

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Relájese mijo, de malas ellos.

El discurso lo hizo usted y la gente lo eligió, a mi me gusta y me parce bien, aunque un poco denso en términos. Por lo demás me parece apropiado, aunque me gustaría un poco más de critica a los procesos de la Facultad y la perversa manera en que nos "sacaron" por ser de las últimas promociones (y eso se refleja en los cursos, programas y mediocres profesores). Me parece bien, que los idiotas se quejen y ya.


Suerte

Diego Sandoval

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Señor Mario Aguiar,


Con bastante sorpresa recibo el correo que usted, "con ánimo de concertar", le ha enviado a todos los graduandos. Y como soy quien escribió el texto en entredicho no me queda más que participar en esta discusión, una discusión que a estas alturas me parece tan inútil como vergonzosa. ¿A usted le parece que suscitando una discusón así se pueda "concertar"? ¿No le parece mucho más fino haberse dirigido a mí primero, como sugerí en el correo con el que llegó adjunto el discurso en su versión preliminar? Porque bien sabía yo que el texto no era fácil.

Para no empezar con argumentos y explicaciones que no me quedan bien y no quiero expresar, lo primero que le pediría es que les envíe a los graduandos el texto definitivo del discurso -así pierda todo encanto-, y no una versión preliminar, como la que queda reproducida en su mensaje De lo contrario me parece que además de tener cierto regusto demagógico, su correo falta a la verdad. Antes de que eso ocurra no me parece ni útil ni inteligente decir nada más de lo ya dicho.

Con todo le agradezco mucho sus comentarios, y créame que no es ironía,


Esteban Giraldo.

Pd. Estoy de acuerdo con todos los comentarios que ha hecho Camilo Sixto Baquero. Incluso en lo de "seudointelectual", además que se asocie el texto con Beckett, con Heidegger y con Lyotard -a quienes he leído muy poco- es un halago que yo no esperaría.


IMAGEN: ADAM ZYGLIS.

domingo, 22 de agosto de 2010

La tigra vereda de Velandia

Sobre Oh, Porno de Velandia y la tigra.


Sinceramente hacen falta niñas en esta escuela, porque a palancas necias choferes sordos.
Edson Velandia

La industria de la música tiende a cosificar, clasificar, encasillar y acomodar en una sola palabra llamada “género” cuanto sonido produzca el ser humano. Como es bien sabido, la música es la organización de los sonidos en el tiempo y espacio. De otro lado, el tiempo/espacio biográfico del autor (según la etnomusicologia y otras ciencias con el prefijo “etno”) condiciona mucho el resultado musical. En otras palabras, el contexto afecta al compositor, o mejor aún: la musa depende del calor, frío, clima templado, mar, río, burros, mulas y demás cositas del paisaje.

El paisaje que le tocó a Edson Velandia, cantante y líder musical de Velandia y la tigra, es Piedecuesta – Santander, de donde viene su música Rasqa; al buen entender pocas palabras. Los melómanos entrenados con listas de reproducción de grandes revistas (casi siempre internacionales) dirán que tiene un sonido “contemporáneo, tal vez con un tinte o bouque (¿será buqué?) que linda entre la world music, el jazz y, claro, lo folclórico”.

Yo digo que Velandia suena a Rasqa, y que se le nota que estudió con Blas Emilio Atehortua, pero que igual ese camino lo podría haber emprendido solo, pues la verdad a componer no se enseña. Sus letras están influenciadas por la poesía digna de este país de poetas, pero sin estar inundadas de exquisitísimas figuras retóricas. Como dice un profe mío: “la importancia del lenguaje se nota en la desaparición del mismo al usarlo”. Las Letras y música de Oh, porno resultan ser juegos, entretenimientos al mismo tiempo escuetos, sensibles y, porque no decirlo, cultos.

La banda es independiente, su sello se llama CINECHICHERA Reproducciones, que también se encarga de realizar los videos (casi cada canción tiene uno), muchos dirigidos por Rubén Mendoza –cuya ópera prima, próxima a ser estrenada, cuenta con la colaboración, por supuesto, de Velandia-. http://www.lsd-s.com/eldelirio2/index.html

Con su sonido, Velandia y su tigra han viajado por toda Colombia –son ya una banda de referencia– y se han presentado por Suramérica, todo auto producido. La verdad para algunos son unos hippies viajeros con música rara, para otros son simplemente músicos (como en los gremios medievales donde ser músico, artesano, carpintero, era un oficio como cualquier otro).

Para escuchar pueden ingresar aquí.

Les recomiendo también este par de videos.

JOSÉ GALLARDO.

viernes, 20 de agosto de 2010

Fragmento

Reconozco ese fragmento, aparecen ahí dos pétalos de esa flor que junto con otras adornaba tímidamente la sala semivacía de su casa, al lado del colchón quizás, sobre la pequeña biblioteca improvisada con tablas. Eran dos o tres flores aunque en el fragmento sólo se vea una parte de una, que sólo se sabe ver si se ha estado en su casa antes, sentado en el colchón ojeando la biblioteca, sin ser una simple visita primero, luego siendo el que se tira en el colchón, el que pone la música, el que saca un paquete de cigarrillos y sin preguntar a nadie enciende el suyo y el de ella, el que se queda, el que amanece y hace el desayuno. Si no se ha estado ahí y así, en el fragmento se ve algo simplemente indefinido, sólo una imagen que con temor considero abstracta y que solo después de verla y verla pude saber que eran esos pétalos de esas flores de esa casa en esos tiempos cuando esos cigarrillos. Un fragmento, un pedazo seleccionado de la totalidad de una foto, foto que a su vez es un fragmento de tiempo que vuelve. La vida fragmentada. Si de ese fragmento pudiera recordar la foto entera, si de una sola foto pudiera recordar el pasado todo, por lo menos ese momento frágil justo antes de capturarlo, o el momento de distención que hay justo después… La foto que es como si a la línea de la vida, que va a ser en este caso un pelo muy débil de una melena de mujer, o un hilo corto y negro que va de una mano a la otra, se le hiciera un nudo y se atara con dificultad el tiempo y el espacio, y de ahí en adelante, después de la atadura, la subsiguiente distensión, el libre y desapercibido transcurrir hasta la otra foto, hasta el otro nudo, hasta el otro recuerdo que es un insuficiente fragmento.

CAMILO GIRALDO.

lunes, 16 de agosto de 2010

Por tu culpa


Escribí esa palabra para recordar algo que ahora no recuerdo, algo que iba a ser y no pudo, no quiso. Una interrupción en el nacimiento de una idea, por tu culpa, la idea magna quizás, la gran idea, la esquiva, la que no quiere ser, la que no puede, la misma que iba a ser y que luego iba a dejar de serlo para quedar pendiente del indomable olvido, hasta que en una relectura o en una sutil casualidad fuera a aparecer de nuevo siendo una idea perfecta para escribir algo legible, y sea escrita, digitada, pulida, mutilada, copiada y pegada, reinventada, machacada, forzada y torcida, ambigua, perdida, mal escrita borrada, o mal escrita arrugada y lanzada de nuevo al olvido, donde pertenece y se siente bien, desde donde tortura al recuerdo y lo hace hablar, o apenas modular cosas que no entiendo y que nunca voy a poder escribir por tu culpa.

CAMILO GIRALDO

jueves, 12 de agosto de 2010

Moridero


Ese pueblo es un moridero, me dijeron una y otra vez cuando contaba que venía a Valdivia. Un moridero de mierda, me dijo un profesor muy enfático y muy recorrido que tengo. Yo les respondía que bueno, que tal cosa, que lo que yo quería era ir a Vigía del Fuerte, que me imagino peor. En todo caso es la misma guerra. Acabo de llegar y por lo que veo sí, este pueblo es un moridero. Casi todos están muertos, menos dos policías y un señor Samuel, que me arrendó (10.000) esta piecita en la que escribo. Claro, todo puede explicarse por la hora, son las 3:35 de la mañana, pero ya he recorrido el pueblo de arriba a abajo, varias veces, y ni un alma en las calles. Esto es un moridero, me decía cada sombra.

El bus de Coonorte salió casi cumplido a las 11:50 y hace aproximadamente una hora me dejó, literalmente, “tirado en la cochina carretera”. Antes de subirme me había tomado un ron doble y me había fumado dos cigarrillos seguidos, un poquito como para calmar la angustia y almacenar nicotina en el sistema nervioso; quién sabe a qué horas podría fumarme otro Lucky. Salimos y bien, todo perfecto, el bus trepaba por esas carreteras antioqueñas que tienen menos de ingeniería que de locura con su rumbar saludable, sordo y vigoroso. Cumplimos con la típica parada en Santa Rosa, donde compré un café perico, un pastel de pollo y eché mano al bolsillo, y allí, intacta en ese frío de montaña, mi cajetilla de Lucky abierta, digna, casi humilde, casi varonil. Saqué un pitillo, lo puse en los labios y no señores, el encendedor por ningún lado. Escúlquese hombre, me decía el alma o una cosa parecida, porque el alma en estas circunstancias no existe. Y me esculqué. Y nada. Y pues bueno, fui hasta la barra donde despachan al bulto aguapanelas y pandequesos, y pedí candela. Y en menos de un minuto, ahí, lívido, hacendoso, casi sensual, casi femenino, el fuego. Por fin fumé, y en ese frío mi respiración era exactamente el humo que salía del cigarro y que luego salía completo de mis pulmones, o eso quiero creer. Acabé hasta con el último miligramo de alquitrán de ese pucho. Luego me monté al bus, más tranquilo, más feliz. Sólo falta la mitad del trayecto, me dije.

Vi un perro muriéndose en mitad de la niebla; vi un puesto de policía donde los uniformados se encapuchaban minuciosamente para protegerse del frío; vi incontables letreros de Terpel; vi camiones rezagados entre curva y curva; vi que cuando en la carretera había iluminación las sombras que el bus proyectaba se alcanzaban una tras otra, como si avanzar consistiera en que la cola alcanzara a la trompa, en una carrera de relevos sin fin; no vi ninguna vaca. Y me quedé dormido.

Luego fue un toqueteo de pianista burdo en mis muslos y el despertar en medio de la nada y la voz que me decía secamente, como un guayabo: Valdivia. Agarré mis corotos y me bajé del bus, atolondrado, y casi no tuve tiempo de preguntarle al ayudante y bueno, ¿por dónde cojo? Hágale pa'rriba, me dijo el tipo señalándome una loma. Pa`rriba le hice. Además de calle, casas y unos cuantos carros parqueados, nada, absolutamente nada. Llegué hasta donde no se podía subir más y nada. Hasta el puesto de policía estaba apagado, muerto. Y yo con ganas de un Lucky teniendo tantos a la mano y esa rabia de no poder darle ni una pitadita, una pitadita no más a alguno. Le di varias vueltas al parque esperando encontrar a algún cristiano que me socorriera, y no se crea que era para pedirle posada, o que me indicara dónde hospedarme, lo que yo quería era candela, fuego para esas ansías; nunca como antes esos versos de Moliere me habían calado tan hondo: "y de este mundo prostituto y vano sólo quise un cigarro entre mi mano". Al cabo de un rato volví al puesto de policía, y fue una suerte encontrarme con dos agentes que ya iban de salida. Me presenté y tal, Esteban Giraldo, Unal, profes rurales, y sacando los Luckies del bolso les pedí encendedor, y como no tenían pues entonces les pregunté dónde diablos podía encontrar un lugar donde dormir mientras amanecía. No mijo, a esta ahora nada, vaya a ver a la bomba. Les pedí indicaciones de cómo llegar hasta allá, me las dieron, y cada uno iba a seguir su camino, ellos en tremenda camioneta Toyota y yo a pie, con un cigarrillo apagado entre los dedos de la mano izquierda. Porque, a ver, si uno está en un moridero pues la cosa es morirse. Y mi apuesta era con los cigarros. A esas alturas mi situación, pues, era casi desesperada. Cuando ya se iban les pedí el favor que se fijaran si en el carro había un encendedor. El que conducía abrió la guantera, prendió la luz, estornudó, se acercó perezosamente, metió la mano, rebujó un poco, volvió a estornudar, sacó la mano, me la acercó cerrada, y ahí, morada y milagrosa una candelita repleta de gas. Me la entregó, procedí a encenderla y la tortura seguía, no prendía y no prendía, que no y que no. Moví el nivel del gas hasta el máximo, le di vuelta al mecanismo una, dos, tres veces y a la cuarta fue esa llamarada que casi me quema las pestañas pero con la que pude prender, mientras los polis se reían, ese Lucky que me supo a gloria. Por fin, por fin. Y de tanta alegría no se me ocurrió comprarles a precio de oro esa candelita que ya se iba en Toyota, en la misma dirección del humo que salía de mí.

Fumándome ese cigarro llegué hasta la dichosa bomba, donde naturalmente no había nadie. Me senté en una silla Rimax que había al lado de las máquinas dispensadoras de gasolina y esperé. Esperé. Esperé. Al rato llegó un señor y me saludó. Nuevamente me presenté, Esteban Giraldo, Unal, profes rurales y tal. Qué quiere. Pues un lugar donde quedarme, respondí. Pues quédese allí, me dijo el señor –Samuel– mientras sacaba unas llaves de la chaqueta. Lo seguí hasta un segundo piso, donde al final de un pasillo abrió una puerta, prendió una luz y me indicó que entrara a la piecita. Y este espacio es exactamente eso: una piecita. Digamos 2x3 de área, una cama tendida que espero no tenga sieteluchas, un sanitario y una ducha -sin agua caliente, pero eso no importa porque no hace frío-, una silla de los tiempos de upa y un televisor LG de 14 pulgadas empotrado en una base pegada de la pared húmeda y mohosa. Entré, descargué mis cosas y Samuel me pidió que le pagara por anticipado. Le pagué, me dio las gracias, yo a él, cerró la puerta y se fue. Medio minuto después me dieron ganas de fumar, otra vez. Salí al corredor, luego a un balconcito y Samuel por ningún lado y todos esos Luckies apagados, impotentes. Derrotado me devolví para la pieza, a escribir esto. Bien visto si uno no fuma la cosa está bien, no hay problema, sobre todo si comienzan a cantar los gallos, como hacen ahora.

Sólo espero poder decir que el día nació y que aquí la gente vive, y en las tiendas venden candelas, o fósforos. En fin, sólo espero poder decir que Valdivia no es un moridero. Por ahora no lo es sólo para mis luckies.

ESTEBAN GIRALDO.

jueves, 5 de agosto de 2010

La Imagen Invertida del Propósito Inicial


En cierto lugar lleno de una vegetación tan alta que se confundía con las estrellas, se acerca una especie de tentáculo a una cápsula tirada en el suelo, que contenía una especie de papel. La cápsula tenía una inscripción que así rezaba: “Para un nuevo comienzo…”

-Este es un mensaje que dejó escrito el último hombre sobre la Tierra, que será fundamental para profundizar nuestro conocimiento sobre este planeta- decía un líder extraterrestre, usando una serie de sonidos que salían de un orificio ubicado en la “parte frontal” de su “cuerpo”, a una multitud de viscosos entes que atiborraban un ágora improvisada.

–Atención, aprovechando los estudios que he hecho sobre la lengua antiguamente hablada en esta región, traduciré leyendo en voz alta lo que estos incomprensibles grafemas quieren decir:

“Es verdad, hemos llegado a todo avance científico posible. Al menos eso era lo que creíamos. Todas estas edificaciones, todas estas armas, todos estos saberes, etc. sobre nuestro mundo no son más que un Reflejo de la Armonía. La Imagen Invertida del Propósito Inicial. A pesar de reconocer lo errado de nuestro Comienzo y Proceder, mantuvimos una forma de registrar todos los eventos importantes ocurridos desde la instauración del Reflejo como principio subyacente a todo conocer posible. Este método lo llamamos Historia. Lo registrado sólo sirve como idea de lo que quiero representar; para que usted, quien lee el presente texto, entienda un poco mejor a la raza humana.”

El lugar parecía responder con toda clase de sonidos que acentuaban más el silencio de los particulares seres. Silencio que denotaba en algunos la incomprensión y en otros la sorpresa. Viendo tal escena congelada, el líder se decidió a proseguir con la lectura de una forma abrupta, como si hubiese sentido la incertidumbre que ocasiona los puntos suspensivos.

“Todas las teorías que se jactaron de hablar con propiedad sobre el Comienzo e Historia de la Humanidad convergen en un punto. Este Comienzo irrumpió La Armonía de La Physis, o La Armonía de lo que ya estaba. Aparentemente, según cuentan nuestros estudios, hubo un evento primordial que detuvo la unión entre el antepasado del Hombre y La Physis. En un principio, ambos eran uno solo. Llegó un instante en que La Pregunta modificó al antepasado para convertirlo en Hombre. Pregunta que surgió cuando el Hombre hizo del Comprender la esencia de la Physis. Ella le había hablado en un lenguaje incomprensible, que dividía la unificación inicial, la Armonía Inicial. Pero fue el antepasado quien se encargó de agrandar esta grieta hasta un rompimiento total, al punto que por ejemplo en estos, nuestros últimos días sobre este planeta, consideramos la existencia simultánea de un Interior y un Exterior. Fuimos la repetición y encarnación de La Pregunta en un deseo inefable de autoexclusión.

Desde un principio tratamos de solucionar La Pregunta. Buscando la salida a la angustia epistemológica, creamos toda clase de artificios, artefactos y artimañas para encontrar La Respuesta Definitiva. Cada vez que encontrábamos respuestas, La Armonía Inicial aparecía en una remembranza de completitud. Hermana siamés, con un lenguaje cuyo desvelamiento sólo perfecciona las tres creaciones humanas arriba mentadas, pero no dice nada sobre el decir de la Physis. El ciclo repetitivo del preguntarse por ellas es lo que la Humanidad ingenuamente ha llamado Ciencia, cosa totalmente opuesta al lenguaje de lo que ya estaba.

Es de esta manera que llegamos al último paradigma de lo que nosotros llamamos Humanidad: Por las venas de La Verdad circula el gran caudal de La Mentira”

Cuando llegó al punto final el líder ya era esperado, en una de sus naves, para un viaje sin retorno a casa.

JUAN MANUEL GIRALDO