domingo, 23 de octubre de 2011

Dolores de cabeza




Había pasado por todas las salas de espera de todos los hospitales, de todos los médicos. No obstante, seguía esa quietud en el sufrimiento. Esa pesadez hiriente que lo dejaba sin recuerdos y sin expectativas. Una cefalea sin origen y sin destino. El puñetero dolor de cabeza que no se le quitaba. Probó con masajes, paños, pepas, sexo, marihuana, litio. Lo probó todo, con la obediencia del condenado a muerte. Y no se le quitaba. Hasta que llegó Roque. Roque era una eminencia sin consultorio y sin títulos. Roque atendía a domicilio y llegó hasta la cama de la que hace veinte días no era capaz de levantarse. Roque llegó blanco y oliendo a limpio, cuando él ya no tenía esperanzas. Le molestó ese empecinamiento en la frustración, y la familiaridad del “doctor”, y lo gordo que era. Lo sano. Lo que más le chocó era lo sano que se veía Roque. Sin prestarle atención a sus lamentos, Roque le tocó el pelo. Sólo el pelo. Lo miró con una compasión beatífica y se fue cobrando y advirtiendo que volvería al otro día. Respire, dijo Roque en la puerta. Él respiró. Respiró. Y sucedió un milagro chueco. El dolor se retiró de la cresta sagital. Sólo de ahí. Sin embargo, era un alivio. Quiso agradecerle a Roque pero Roque ya se había ido, cobrando. De ese momento en adelante esperó a que Roque volviera. Y tal vez por eso creyó que el dolor en el frente, atrás y a los lados de la cabeza se había hecho más intenso. Insufrible. Exigió la presencia de Roque. Nadie le hizo caso. Vengándose aulló de dolor hasta que lo venció el sueño. Cuando despertó, si es que se puede despertar desde el dolor de cabeza, Roque lo estaba mirando. Sin decir nada volvió a tocarle el pelo. Respire, dijo Roque. Él respiró. Pudo sentir, pudo disfrutar que un peso arduo, humillante, se retiraba de la sutura coronal. Recordó que sabía todos esos nombres, con precisión quirúrgica, por los exámenes que le habían hecho hacerse, por los diagnósticos inciertos. Y ese era un avance: podía recordar. Esta vez sí alcanzó a agradecerle a Roque pero Roque se fue, cobrando, advirtiendo que volvería al otro día. Y al otro día Roque volvió. Él lo recibió con rabia porque sin duda el dolor se había hecho más intenso en el frontal, los parietales y el occipital, como si el mal fuera una masa que el “doctor” se conformara, mezquino, con redistribuir. Roque sonrió, tocándole el pelo. Esta vez llegó el alivio a la sutura lambdoidea. Qué nombre, pensó él, sin ganas de agradecerle a Roque que ya se iba, cobrando, diciendo mañana vuelvo. 


Roque siguió partiéndole la cabeza, retirando el tormento por líneas, cercándolo, dividiéndolo sin quitarlo. Antes él tenía un dolor, contundente, pero uno. Ahora su cabeza es un lote partido en muchos dolores, que se pueden seguir cortando ad infinitum. Que Roque sigue parcelando –también mañana– con la paciencia del verdugo, cobrando. Sano y gordo, además.


ESTEBAN GIRALDO.

lunes, 10 de octubre de 2011

Casi vale


Decía el cáustico Gide que las traducciones son como las mujeres: si son bonitas no son fieles y si son fieles no son bonitas. Sobran ejemplos para concederle toda la razón a esta boutade (¿cómo traducir bella y fielmente boutade?), aunque también tenemos todo el derecho a desconfiar de lo que Gide opine en materia de mujeres.

Lejos de este inquietante problema, el de la improbable afinidad entre belleza y fidelidad, Umberto Eco utilizó una expresión no menos ingeniosa para explicar el arte de traducir: se trata, según él, de “decir casi lo mismo”. En el adverbio está la verdad de la frase. El "casi" asume sin complejos la pérdida inevitable de un juego: el de poner un texto frente a un espejo que le devuelve una imagen imprecisa.

La traducción es un ejemplo, el mejor, de que casi sí vale.




PABLO CUARTAS.
IMAGEN: FERNANDO VICENTE.

martes, 4 de octubre de 2011

Picnic bajo techo



El día: 1 de octubre. El lugar: coliseo de la UPB en Medellín (debo aclarar que esta universidad es tal vez la que encabeza la lista de instituciones educativas que aborrezco, en todo el planeta). Como era de esperarse el lugar estaba medianamente vacío, pues apenas eran las 6 pasadas. La gente comenzó a llegar, y conforme el lugar se iba llenando, se hacía más notorio que el evento, más que un “picnic bajo techo”, era una fiesta de las facultades de diseño y arquitectura de la tan prestigiosa universidad. Identificarlo era fácil, todos tienen un-no-sé-qué-no-sé-dónde que combina muy bien con el rojo predominante de la universidad.


El evento estaba previsto para ser en el Orquideorama del Jardín Botánico de Medellín, pero al parecer, por cuestiones climáticas, prefirieron hacerlo bajo techo. El coliseo fue un problema para disfrutar el concierto, pues su reverberación eclesiástica natural nos entregaba una masa casi inentendible.


La primera banda en tocar fue Gordo´s Project  (http://www.myspace.com/gordosproject). De este grupo he hablado antes y hacía un buen rato no los escuchaba. Debo decir que me sorprendió el nivel de ensamble y musicalidad con que suenan ahora. La propuesta musical de José Villa –líder del grupo– y sus otros 8 integrantes tiene raíces en la música del Caribe, particularmente en un ritmo local: el chucu-chucu, pero se nutre con sonoridades de lo que actualmente se denomina “músicas urbanas”. Del nuevo repertorio recomiendo El llorón, tema que por la letra de la canción y la melodía principal me hizo pensar por momentos en The Cure y su Boys don´t cry. (La sola imagen mental de Robert Smith en ese paisaje gótico tropical se me hacia simplemente divertida). Gordo´s es una banda de baile y como tal es normal que el elemento principal sea una palabra bastante misteriosa para mí: groove. Siempre me gusta recordar una máquina que se llamaba el sistema G.R.O.O.V.E, que puede o no tener relación con el otro groove, esa célula o germen que te mantiene moviendo cualquier parte de cuerpo al escuchar una canción. Este elemento rítmico, bailable, está apoyado de muy buenas melodías, unas letras atrayentes por su “aparente facilismo” y una coreografía muy antioqueña, es decir, un baile insípido, insaboro, inoloro; como la “cumebia hedioneda, de Colombia para el mundo”. Gordo´s conjuga todos los elementos de la música en canciones de largo aliento, donde se puede escuchar o bailar o coquetear con cierto encanto desenvuelto.


La segunda banda fue El frente cumbiero (http://www.myspace.com/frentecumbiero), banda liderada por Mario Galeano, reconocido en ciertos círculos como un investigador serio del folclor colombiano. El frente es curioso desde su formación: batería/percusión, clarinete/saxofón, guitarra/electrónica en tiempo real, teclados/raspa/secuencias electrónicas. Su manera de concebir la estructura de sus canciones se basa en el modelo propuesto por la música de baile de origen europeo, donde se busca que el público nunca deje de moverse, utilizando dos secciones, casi siempre basadas en dos frases melódicas y pintando atmósferas, texturas y drones, que tienen una fuerte cercanía al Dub. Es válido hacer notar que El frente hizo un disco con nada más y nada menos que Mad Profesor, el mismo del documental Dub echoes, donde encontré una frase que guardaré para siempre en mi memoria: “todo objeto tiene su sombra, toda música tiene su dub, solo debes buscarlo”.


Admito, además, mi admiración musical por el guitarrista del grupo, el compositor bogotano Eblis Álvarez, también líder de los Meridian Brothers (http://www.myspace.com/meridianbrothers). Eblis logra con su guitarra y su electrónica en tiempo real (diseñada por él mismo en plataformas como Max/msp, Pure Data o Supercollider) ese tinte extraño y hermoso que refuerza un gesto musical como el que propone el Frente cumbiero. La labor de Eblis demuestra que se puede explorar de una manera seria y respetuosa la música de origen folclórico, sin utilizar fórmulas facilistas que le dan la vuelta al mundo gritando “fuego, mantenlo prendido, fuego”.


La tercera banda –y tranquilo señor lector, no desespere que esto pronto acabará– fue Systema solar (http://www.myspace.com/systemasolar). En principio debo decir que el vestuario y las imágenes proyectadas hacen de su puesta en escena un numerito que por ostentoso resulta todavía más mediocre. En menos de 30 segundos Systema solar tenía bailando a toda la muchachada. En este momento fue cuando sentí que realmente estaba en un picnic bajo techo o, mejor aún, en un zoológico liderado por John Primera, “el diablito del flow costeño e índigo”, “la voz del despegue”. Por momentos sentí que esta banda prometía un acercamiento a la verdadera música electrónica colombiana: la champeta. Pero muchas veces recurren a una fórmula que cualquiera de los lectores puede hacer en su casa. Hágalo usted mismo: 1. Descargue un editor de audio (www.audacity.com); 2. Importe un audio de música afrocaribeña colombiana; 3. Importe un audio de música electrónica de baile; 3. Superponga ambos y reprodúzcalos.


Es necesario mencionar de nuevo que Systema solar es una banda donde el performance es totalmente necesario y debe ser tomado como tal: un show donde la música se pierde casi por completo, o como me dijo un amigo: “marica, uno no les pide una sonatina, pero hacen falta melodías, armonías y silencios”.


John Cage siempre aseguró que cualquier cosa podía ser música, siempre y cuando esto fuera lo que el autor quisiera que pasase; lo que me lleva a una definición de ruido: ruido es todo lo que no queremos que pase en la música. El resto, es música. Y justo eso fue lo que no se presentó al final de ese picnic bajo techo. Esa contradicción en los términos. Nada de música: puro ruido bailable.


JOSÉ GALLARDO
IMAGEN: ANTOINE WATTEAU