"Un ruido brutal” fue lo que sintió un campesino que caminaba por la Nationale 5 el día 4 de enero de 1960, a escasos metros del lugar donde Michel Gallimard incrustó su automóvil en un árbol. Atrás iban su esposa y su hija, que salieron ilesas del accidente. A su lado iba Albert Camus.
La muerte es un simulacro en la vida de los artistas. Es la última página de sus biografías, pero a decir verdad una página insignificante en la vida propia de sus obras. Salvo algunos casos excepcionales –el fusilamiento de Lorca ordenado por Franco, la sífilis contraída por Rimbaud en África, el disparo en el corazón de J-A Silva- los artistas tienen una muerte muy inferior a la grandeza de sus obras. La pulmonía de Proust no se compadece con la belleza de sus evocaciones, el olvido de Beckett en un sanatorio de París es muy menor al lado de Esperando a Godot, el lento deceso de Borges en esa “noche” donada por Dios es menos conmovedor que cualquiera de sus versos.
La muerte es un asunto perfectamente banal para los hombres que tienen una obra que los sobrevive. Lo que en la vida de un hombre cualquiera es definitivo, en la vida del artista es casi siempre un asunto sin importancia. La petite histoire que conocen los biógrafos nos revela detalles que dignifican esas muertes: sí, Proust agarró su pulmonía en una noche de invierno en la que se exponía un cuadro de Vermeer que no podía dejar de contemplar; sí, el sanatorio de Beckett es una prolongación de ese ambiente sórdido de ancianos venidos a menos, al borde de la mendicidad y la locura; sí, la muerte de Borges en sus sombras de lector ciego no deja de recordarnos la maestría
de Dios, que con magnífica ironía le dio a la vez los libros y la noche. Pero de todas maneras son muertes que no merecen a esos muertos.
Vivir es muy difícil, pero morirse más. Uno puede elegir la manera de no llevar una vida mediocre, pero raramente tiene la posibilidad de escoger una muerte interesante. El 4 de enero de 1960 un hombre cualquiera informó que había un automóvil siniestrado en la Nationale 5. Albert Camus había declarado en broma que lo realmente Absurdo sería morir en un accidente de tránsito. Una muerte indiscreta, ruidosa, mundana, como correspondía al escritor que nos enseñó a elegir entre el fastidio de vivir y el placer de existir.
Pablo Cuartas
Fotografía: Henri Carier Bresson.
http://www.britannica.com/EBchecked/topic-art/97458/9167/Albert-Camus-photograph-by-Henri-Cartier-Bresson
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