jueves, 28 de enero de 2010
Los siete discos de la década.
domingo, 24 de enero de 2010
Dos en uno: solidaridad.
Solidaridad ninguna.
domingo, 17 de enero de 2010
Moleskine | Pinacothèque de Paris
Pablo Cuartas, un atún que cruzó el Atlántico cargado de libreticas y curiosidad, comienza una serie de entradas. El tema, justo ese, lo que va quedando en las páginas de su moleskine.
No creo necesario explicar mi fascinación por este título de Pieter de Hooch. La sola frase basta para indicar lo que se observa en el resto de la muestra: una sobria glorificación de lo cotidiano. La sencillez de las composiciones no tiene jamás una vocación alegórica ni apologética. Las cosas están ahí, los seres son en ese momento. A juzgar por este y otros lienzos, a Holanda le debemos una especie de oximoron: un barroco mundano. Ya no la exaltación suplicante del barroco español, con el corazón levantado hacia el Señor, con la culpa, con la culpa, con la gran culpa... Ya no los paraísos perdidos sino las pequeñas alegrías. Ya no la temerosa fe en Dios sino el escepticismo gozoso del Mundo.
Lo cotidiano se aviene mejor con esta celebración escéptica de lo inmediato. Por su propia fuerza, por su existencia soberana y autónoma, no necesita más que buenas descripciones. Pero esto no es una salida de lo sagrado. Tal vez el mejor homenaje que se le puede tributar a Dios es celebrar el mundo que inventó para nosotros en lugar de lamentar el pecado de Adán o implorar por la vida eterna. “Aquí podemos vivir puesto que aquí vivimos”. Esa y no otra será la divisa de un tiempo que ha logrado re-encantar el mundo. Yo, que tantas veces temblé frente a la Madeleine, tuve que cruzar la calle para entenderlo mejor en la Pinacoteca.
PABLO CUARTAS.
jueves, 14 de enero de 2010
El manifiesto Amarillo
Recuerdo que hace diez años (y perdónenme que empiece recordando la primera década de este siglo), se mencionaba mucho un tema que supuestamente cambiaría mucho nuestro futuro: La globalización; causa y consecuencia de todo el bien y de todo el mal pasado y por venir. Musicalmente hablando, los patriarcas de los nuevos tiempos mencionaban mucho el tema de la world music. Yo, personalmente, tengo muchas prevenciones con este tipo de música que, la verdad, aparte de ser un género creado por la industria y un par de ong´s , nunca he creído que muestre el verdadero panorama de lo que realmente es la etnomusicología.
Se preguntará el respetuoso lector por qué empiezo mis “taquilleras reseñas musicales” hablando de “globalización” y décadas pasadas. La razón fundamental se basa en la aparición de un disco esperado por muchos, y que para otros, como suele pasar muchas veces con este artista, será un gran hallazgo.
Su nombre de cuna es Federico Lozano, su apodo: El amarillo.
Es necesario que me detenga un poco para hablar de su trayectoria. El amarillo participó como bajista en bandas como Estados Alterados y Planeta Rica. De la primera podría mencionar que estuvo en la grabación de un disco inédito comandando por Twetty González; con Planeta Rica sé que grabó en las dos producciones conocidas. El amarillo también es uno de los productores de hip hop más reconocidos de la ciudad de Medellín, y de su trabajo como solista conocemos un primer CD titulado Audio indeleble y, ahora, Manifiesto.
Entrando en materia, siempre me ha gustado referirme a Federico Lozano como uno de los músicos colombianos más folklóricos, o “folks” (para el que guste de extranjerismos). Su música es una profunda investigación de las músicas locales, su lirica está contenida en la sencillez que da la experiencia de vivir y convivir con el campo y sus músicas típicas. Manifiesto es la segunda parte conocida de un proceso de experimentación con las músicas actuales y folklóricas del país, proceso que comenzó con el Audio Indeleble. Otra particularidad que tiene este músico es la inclusión de otros músicos locales; en Manifiesto tiene una lista larga: Mirabay, David Machado, Iraka Jaibanakus, Ramón Echavarría, Kolombia, Q´sko, Ultrajala, Tito, Guillen.
La distribución de Manifiesto se está realizando en la red en el siguiente link:
http://www.ilike.com/artist/El%20amarillo/album/Manifiesto
Música Colombiana hecha con gran gusto, sencillez y profundo espíritu tradicional. Por último les dejo el myspace http://www.myspace.com/lamarillo
JOSÉ GALLARDO A.
domingo, 10 de enero de 2010
De todito
El secreto de sus ojos
Juan José Campanella, 2009
Creo que nunca había visto una película latinoamericana así. En serio, y cuando digo latinoamericana no estoy pensando solo en Argentina, México, Cuba y Colombia, que es generalmente lo que nos es dado ver. Convencidos por aquello del cine subdesarrollado y la vida cotidiana, la idiosincracia, la política, la telenovela o el humor de latonería y pintura, los que hacían cine en este continente no se habían propuesto, como en literatura, que el mundo estuviera en una obra. Que un destino completo, una reflexión política y el lenguaje cinematográfico de impecable cartilla contaran una historia, donde además la técnica y las actuaciones estuvieran de nuestro lado. Tipo digan ustedes El talentoso mister Ripley o Amélie –para ponernos tiernos–.
Sí, sé que puede sonar de un snob que te cagás, porque además yo no soy una enciclopedia ni en cine latinoamericano ni en cine en general ni en nada. Y ya vendrán con ejemplos que de buena gana aceptaré; el ímpetu con el que termino esta cintilla ya tendrá tiempo de asentarse y arrepentirse. Pero insisto, con pocas películas realizadas en este lado del mundo se puede percibir la intención y el éxito de hacer una película que encierre el mundo particular, específico y cerrado de esos personajes, con tanta credibilidad que parezca, también, nuestro mundo, el mundo de todos.
Para quienes tenemos esa cierta propensión a recordar a los segundones, a los entrañables fracasados, sin cuya opacidad no sería posible el fulgor de los protagonistas, en El secreto de sus ojos hay dos personajes de este tipo. Uno más que otro. El más: Sandoval. El otro: Morales. Y debo advertir que ni Espósito ni Irene, los protagonistas, son como para tirar al sanalejo.
En la memoria quedará, también, el magnífico plano secuencia de la persecución de Gómez. Quedará esa manera tan impresionante de captar un modo de hablar, esa cadencia porteña veloz, febril; unos diálogos que sólo eran posibles si eran recitados, sin pensar. Y bueno, fuera de una buena adaptación de una novela que habrá que conseguir, y que es el sustrato de todo, quisiera decir que otro mérito es el montaje –realizado por el mismo Campanella– con tantas alternativas y tantas buenas eleccciones (menos ese efecto imitación al que Michel Gondry inventó para el video Like a Rolling Stone en la versión de los mismísimos Stones).
Y bueno, ese espíritu totalizante del que hablaba al principio y que se alcanza sólo cuando una historia de pocos está bien contada. Una historia que tiene de todito, que no deja de tener eso que decía de la política, del subdesarrollo, de la telenovela y lo demás, pero que es ya otra cosa, que nos pone en otro nivel, creo.
ÓSCAR LACLAU
jueves, 7 de enero de 2010
Cincuenta años sin Camus
"Un ruido brutal” fue lo que sintió un campesino que caminaba por la Nationale 5 el día 4 de enero de 1960, a escasos metros del lugar donde Michel Gallimard incrustó su automóvil en un árbol. Atrás iban su esposa y su hija, que salieron ilesas del accidente. A su lado iba Albert Camus.
La muerte es un simulacro en la vida de los artistas. Es la última página de sus biografías, pero a decir verdad una página insignificante en la vida propia de sus obras. Salvo algunos casos excepcionales –el fusilamiento de Lorca ordenado por Franco, la sífilis contraída por Rimbaud en África, el disparo en el corazón de J-A Silva- los artistas tienen una muerte muy inferior a la grandeza de sus obras. La pulmonía de Proust no se compadece con la belleza de sus evocaciones, el olvido de Beckett en un sanatorio de París es muy menor al lado de Esperando a Godot, el lento deceso de Borges en esa “noche” donada por Dios es menos conmovedor que cualquiera de sus versos.
La muerte es un asunto perfectamente banal para los hombres que tienen una obra que los sobrevive. Lo que en la vida de un hombre cualquiera es definitivo, en la vida del artista es casi siempre un asunto sin importancia. La petite histoire que conocen los biógrafos nos revela detalles que dignifican esas muertes: sí, Proust agarró su pulmonía en una noche de invierno en la que se exponía un cuadro de Vermeer que no podía dejar de contemplar; sí, el sanatorio de Beckett es una prolongación de ese ambiente sórdido de ancianos venidos a menos, al borde de la mendicidad y la locura; sí, la muerte de Borges en sus sombras de lector ciego no deja de recordarnos la maestría
de Dios, que con magnífica ironía le dio a la vez los libros y la noche. Pero de todas maneras son muertes que no merecen a esos muertos.
Vivir es muy difícil, pero morirse más. Uno puede elegir la manera de no llevar una vida mediocre, pero raramente tiene la posibilidad de escoger una muerte interesante. El 4 de enero de 1960 un hombre cualquiera informó que había un automóvil siniestrado en la Nationale 5. Albert Camus había declarado en broma que lo realmente Absurdo sería morir en un accidente de tránsito. Una muerte indiscreta, ruidosa, mundana, como correspondía al escritor que nos enseñó a elegir entre el fastidio de vivir y el placer de existir.
Pablo Cuartas
Fotografía: Henri Carier Bresson.
http://www.britannica.com/EBchecked/topic-art/97458/9167/Albert-Camus-photograph-by-Henri-Cartier-Bresson