lunes, 17 de enero de 2011


16 de enero de 2011, Bogotá.


Señor,

Don Alejandro Ordóñez Maldonado.

Procurador General de la Nación.


El nombre de Colombia es muy hermoso, dice Fernando González, pero habría que inventar otro que se adecúe mejor a nuestra manera de ser, a lo que hoy somos. ¿Cómo se podría llamar?, se pregunta. Y contesta: República de las Babas.

Por aquello de que “todo ser persevera en su ser”, Colombia, ayudada por gentes de su talante, se esfuerza sin descanso en ser lo que su nombre real indica. No el cultismo al genovés que vino en representación de la Corona Española; no el nombre de derecho sino el de hecho, Procurador, el que le puso el filósofo de Otraparte. Convendrá usted seguramente que los otros imaginados por él no estaban mal -Rastrojo, Aguamasa, Bobiconia- pero no cumplían como el primero la condición inicial: adecuarse mejor a nuestra manera de ser. No expresaban tan bien como éste lo que hoy somos: una República pegada con babas, una República repleta de babosos.

Por eso es admirable su trayectoria, porque todas sus acciones han estado dirigidas al respeto de nuestra condición esencial. La más reciente prueba que le ha puesto la Providencia ya es objeto de trámites legales en el Ministerio que usted regenta. Se trata de la demanda contra un cantante de vallenatos que tocó los genitales de un niño en Patillal, Cesar. Mientras la Procuraduría pide esclarecer las razones de la denuncia, la familia del menor afirma que el escándalo es desproporcionado. Desóigalos, Señor Procurador. A estas pobres gentes la mano del Estado debe corregirlas, señalarles lo bueno, aunque lo bueno vaya en contravía de sus costumbres salvajes. Lo que sin cámaras de televisión no pasaría de ser un simple gesto de camaradería, Señor Ordoñez, es preciso elevarlo a la categoría de delito. Una “actuación muy común en los oriundos de la región atlántica”, muy a pesar de la espontaneidad de estos seres bucólicos y atrasados, debe convertirse en crimen cuanto antes. De lo contrario, Señor, nos arriesgamos a que corrompan a las almas que garantizan la conservación de la República.

Señor Procurador: hace bien en prestarle toda la atención a este ejemplo de aberración sexual, pero haría mejor si se ocupara usted mismo del caso. La gravedad del mismo no permite delegar, y menos en mujeres, como entiendo que lo ha hecho. Sólo usted puede garantizar todavía la observancia de la moral sana. Le sugiero de paso otro nombre que merecería su concurso por dedicarse a conductas similares: Fernando Vallejo, un escritor invertido que hace unos años, ¡hélas!, fue absuelto de una demanda que le puso usted por escribir una sátira contra los Evangelios. Ahora ocupa usted el Ministerio Público, de suerte que representa la voluntad popular. No sea blando esta vez: nada de demandas, ahórquelos, decapítelos en plaza pública, así nos hará el favor de educar con el ejemplo a las juventudes y dará usted la mayor gloria a Dios y a la República de las Babas.


Reciba mi atento saludo,

PABLO CUARTAS

5 comentarios:

  1. Señor Pablo: Creo que su solicitud será aceptada por el Inquisidor General de la República con la mayor brevedad posible.

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  2. Pablo,

    Con respecto al caso del niño habría que preguntarse si tanto escándalo no le hará más mal que el supuesto abuso.

    Ya el ICBF emitió un diagnóstico psicológico con respecto a lo que todos hemos visto en video: ningún trauma, ninguna secuela.

    Las almas castas en su afán de defender las buenas costumbres, el decoro, el derecho a la honra y la inviolabilidad sagrada del cuerpo, lo que hacen, en este caso, es victimizar a un muchacho que no es víctima. Lo convierten en un sufriente -que no lo es- sometiéndolo al estigma del estuprado, a ser sujeto de un proceso penal que no le concierne ni a él y a su familia, pero en el que lo involucran en nombre del bien, en nombre del derecho.

    Así lo condenan, por lo menos, a ser objeto de lástima; el peor sentimiento que uno pueda sentir por un niño. Más que la tocadita folclórica, eso sí podría traumatizarlo.

    Excelente, como casi siempre.

    Esteban Giraldo.

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  3. Es la cosa mas estúpida que he leído.
    Por favor no publiquen esto

    Respétenos.

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  4. Honorable Carlos.

    Nos avergüenza tener que recibir en nuestras aguas a un personaje de tan venerables y sustanciosas líneas. Tan digno usted (¡dignísimo!) de la susodicha República de las Babas.

    Disculpe la falta de respeto, nos fue imposible evitar que cayera en nuestra red. Ya puede usted, si así le place, bañarse en esos mares de mejores tintas que usted frecuenta.

    Reciba un saludo.

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  5. No, qué pena. Yo no estoy de acuerdo con lo que se le responde a Carlos. Como nosotros tenemos derecho a decir lo que se nos dé la puñetera gana, Carlos tiene todo el derecho de decir lo que le dé la puñetera gana sobre lo que nosotros decimos. Que le pareció estúpido pues bueno; otra entrada tal vez le parezca menos estúpida -quizá, un día, hasta le guste-. Pero, la verdad, no podemos despacharlo utilizando la misma falta de argumentos que él utiliza para escribir lo que escribe sobre nosotros. Por más irónica y simpática que sea la echada. Habría que preguntarle por qué le pareció estúpido o simplemente dejarlo así, como constancia, para que los demás lo comenten si viene al caso, que no creo. El comentario de Carlos es tan ofensivo y tan falto de sustancia -todo insulto es ofensivo porque es falto de sustancia- que ni la pena valía responder. Lo que no podemos hacer es rebajarnos, cual verdulera, a gritar de orilla en orilla con el primero que suelte una mala palabra en contra de lo que acá se publica. A Carlos, la próxima, si se anima, tómese el tiempito y explíquese. Además, ¿de dónde viene el uso de la primera persona en plural? ¿Usted a quién representa?, ¿a las buenas costumbres?, ¿a la República de las Babas?

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