lunes, 24 de mayo de 2010

Como el ala del pollo asado: chiquito pero sustancioso


Una noche antes de perder la virginidad con una nueva banda en concierto (sólo erotismo entre las notas) me pregunté, concibiendo a los programas de tv como maneras diferentes de contar historias, ¿los noticieros son programas de tv? Y llegué a la afirmación mediante el siguiente proceso:

El que tiene el cachaco excepto el pantalón; la niña que lee el teleprompter con su amiguita y las figuras que hablan del deporte (muy diferente a figuras deportivas), todos miran a la cámara. Esta intromisión en la continuidad de la mirada de los espectadores transforma a estos personajes en narradores de historias, de ese tipo “imagínate pues que…”; nos cuentan chismes que supuestamente dejan de serlo cuando no involucran participantes familiarmente conocidos. Aún así, independientemente de lo que nos cuenten, ellos no dejan de ser narradores.

De esta manera llegué a la respuesta afirmativa, porque en las novelas, seriados, muchos documentales se cuentan unas historias que no se sienten tan propias. En la producción de los noticieros y en la narración de su contenido el televidente es obligado a sentirse partícipe de la historia. Evidentemente subyace (raro ver estas dos juntas) una nueva pregunta, la pregunta básica: ¿Porqué? Porque los personajes miran a la cara a través de la caja mágica, cuestión que es, como dice uno de esos que mira, que antes miraba de frente como los varones cuando hacía su acto en un parque de atracciones situado en el oriente antioqueño, “Interesante pero discutible”.

JUAN MANUEL GIRALDO.

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