No recuerdo qué clase de sentimiento me asaltó cuando aprendí a poner ciertos pensamientos en estos grafemas que hacemos al escribir. Estoy seguro de que en cierto momento me enseñaron a escribir, pero esto sólo lo puedo asegurar porque lo hago en este instante, bajo la premisa que escribo lo que pienso. Pero hay algo más allá: una especie de apuesta cada vez que se escribe. En el sentido que una apuesta siempre comporta un perder y un ganar. Dicho esto, ¿ganas o pierdes cuando escribes?, ¿escribes todo lo que piensas escribir, aún cuando te lo propones? Lejos de querer solucionar tal cuestión, sólo intento esbozar el problema, que al menos para mí, es escribir.
Ya desde Frankfurt nos dan un tour reconociendo las instalaciones de una jaula dorada, que el pequeño ingenuo trata de comprar con su fantasmática individualidad para obtener el resultado obvio de la ilusión de ser libre, o la elección. Elección entre unos objetos dominadores del deseo más original. Nada más imagínate decidiendo por un sabor en especial, que realmente no es el que quieres, sino por el que decides entre varias opciones. Es en este sentido que escribiendo tengo la ilusión de ser libre, al debilitar el movimiento de un deseo desconocido que, al fin y al cabo, sería el sentido de mi vida. En el proceso de su traducción hacia las palabras se ve confinado a unos movimientos que predicen su condena hacia la constante e infinita simbolización: sentarnos, rascarnos la cabeza, y agarrar el lápiz dorado. Éste, apoyándose sobre el papel, pasea al deseo a través de los pabellones de la palabra… para homologar la infinidad de singularidades y producir extraños efectos, como por ejemplo, que el lector pueda entender el esbozo de mi problema.
* Véase, si le interesa, el microcuento de Mariano Silva y Aceves.
JUAN MANUEL GIRALDO.
por mas que sea "una condena constante e infinita simbolización", no se puede dejar de hacer, cierto???? y entonces seguramente se esta buscando algo??? o nada???? y somos tercos!!!!
ResponderBorrarSeguramente es que somos tercos.
ResponderBorrar¿te imaginás un chaparrón de pensamientos, pequeñas partes de fluido cayendo a nuestra cabeza con diferentes contenidos y densidades,simultaneamente; atormentandonos sin parar, por nuestra incapasidad (humana)para contenerlos? a esta menos que baja altura del partido prefiero el colador restrictivo del lenguaje como paraguas pues de lo contrario no podría ni decirlo.Pero ¿estoy obligado a decir esto? "¿quien es mi dueño?". La libertad de que podamos escribir por lo menos algo, muy poco comparado con lo escribible, pero algo con sentido
ResponderBorrares una capacida -sí ,restringida; pero solo así posible- que despirta el asombro.
A estas alturas esperaría una nueva entrada... qué pasa cardumen.
ResponderBorrarEscriban, escriban.