lunes, 21 de julio de 2014

Si alguien conoce a Sindi dígale que Flores la está esperando

La letra era infantil y masculina. El letrero ocupaba horizontalmente una página tamaño carta y no era más que una fotocopia negra sobre blanco, como el desamparo. 

Lo primero que leí fue: “Encontré los documentos de Sindi Paola Barrios”. Escrita así, esa frase no exhibía un nombre sino en un error. Una tragedia. Me pareció entonces que era apenas natural que alguien que se llamara así quisiera perder sus documentos —la evidencia de una equivocación, el lastre ortográfico que tendría que cargar toda la vida—. Sindi Paola, qué nombre.

Después leí las detalladas indicaciones para que ella pudiera recuperar sus papeles. Debía llamar a un número celular que estaba repetido, en letra muy grande, tres veces a lo largo del letrero —314 209 85 34—. Se le pedía llamar solamente de siete a nueve de la noche. Y debía, por último, “por favor, preguntar x Flores”. Escrito así: con equis, como si fuera un tachón.

Después me di cuenta de que el cartel se repetía en todas las entradas de la universidad. Además podía verse, resistiendo la lluvia, en la cartelera más inescrutable o en la pared más perdida. Había uno de ellos en las tribunas del estadio. Otro en una caneca verde de basura —la de deshechos ordinarios—. En el espejo del baño de hombres del edificio de Sociología había otro. En cada árbol del Jardín de Freud persistía la invitación para que Sindi recuperara sus documentos.

Qué generosidad la de este Flores. Qué despliegue de recursos para hacer un favor. Qué soledad tan infinita para invertir tanto tiempo en encontrar a una desconocida. A estas alturas me imagino a Flores enamorándose de la fotografía en la cédula de Sindi, diciéndose que a la belleza se le perdona hasta el nombre, hasta los errores en el nombre porque la belleza, como el amor, es trágico: te va cayendo como se pierde algo, sin darse cuenta uno del desastre o del milagro.

Ahora que van siendo las siete de la noche me imagino a Flores esperando que Sindi lo llame y puedan cuadrar su primera cita. Él le dirá que la ha estado esperando y ella tendrá una razón verdadera para agradecerle. Me imagino que ese nombre, Sindi, le suena a Flores como a dulzura y a futuro —y no a sindicato o sindicada—.

Por eso yo quisiera que algún día Sindi llame a Flores. Si alguien la conoce dígale que él la está esperando y que todavía tiene los documentos, que los guarda como se guarda una última esperanza. Dígale —así no importe— que sería justo que ellos fueran novios, se casaran y fueran felices para siempre porque desde ya, sin conocerse, tienen una bonita historia de amor que contar.

ESTEBAN GIRALDO

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