from: Pablo
Cuartas
to: Esteban
Giraldo Gonzalez
date: Wed,
Jan 30, 2013 at 3:00 PM
subject: Balazos
a la línea k
Señor:
El Colombiano se supera: siempre puede ser peor. Pero es que
esto sí ya es de antología: “Basta pensar en lo demencial del ataque: convertir en
blanco una cabina que transporta civiles desprevenidos que regresan o salen de
sus casas a sus actividades cotidianas. ¿Qué tal si viajaran turistas en el
aparato?”
Y sí, ¿qué tal? Afortunadamente no iban turistas, iban
apenas unos “habitantes del sector”. Menos mal...
Yo pensé durante mucho tiempo que se hacían los bobos por
conveniencia: ahora pienso que son bobos de verdad. Donde antes veía cinismo,
ahora sólo veo simple y llana estupidez.
Yo sé que El Colombiano no se merece nada, Esteban, que eso
es una sinvergüenzada. Pero decime qué pensás de esta perla.
Saludos,
Pablo
from: Esteban
Giraldo Gonzalez
to: Pablo
Cuartas
date: Wed,
Jan 30, 2013 at 9:29 PM
subject: Re:
Balazos a la línea k
Cuartas,
Al cabo de los años hay cosas de las que me doy cuenta y me
parecen inconcebibles. Inconcebibles por tiernas y por equivocadas. En mi
familia no decimos periódico o diario, para referirnos a un diario o a un
periódico decimos El Colombiano (como antes nuestros abuelos, para decir traje
o vestido de hombre, decían Everfit). Recuerdo cosas tan simpáticas como a mi
papá pidiéndonos que lo dejáramos leer El Colombiano, cuando en realidad estaba
leyendo El Tiempo (o me imagino a mi abuela remendando el Everfit que había
confeccionado un sastre en el parque de Bello). A fuerza de metonimias los
antioqueños reducimos el mundo. El orgullo por lo propio ha hecho que hasta las
palabras nos mantengan encerrados en el bendito Valle de Aburrá.
La pifia de El Colombiano, si se lee con algo de
grandilocuencia, no demuestra únicamente la falta de integridad de un medio,
sino una característica propia de El Medellinense, del paisa. El mismo orgullo
que nos lleva a nombrar el género –los diarios, los vestidos– con la especie
que es nuestra –El Colombiano, Everfit–, nos lleva a estar más preocupados por
lo que se dice de lo que nos pasa y no por lo que efectivamente pasa. “¿Qué tal
si viajaran turistas en el aparato?”, no sólo indica que para quien eso escribe
es más valiosa la vida de un extranjero que la de un criollo –lo que ya es
despreciar a la vida, a la humanidad en general– sino que está más preocupado por
lo que podrían decir esos extranjeros que por el hecho mismo. Bien vista, esa
necesidad de mantener una buena imagen no es más que la evidencia palmaria de
nuestra pequeñez.
Y me temo mucho que el editorialista de El Colombiano al
escribir “turistas” no haya estado pensando en gente de Currumaní, Cesar, o en
unos mochileros llegados de Acachilo, pueblo perdido en la provincia de
Chuquisaca, Bolivia. Seguramente tenía en mente al estereotipo del gringo o del
europeo que se hospeda en “la milla de oro”. O, cuando mucho, a orientales o
argentinos de paso, disparando sus Nikon a diestra y siniestra mientras no
saben qué hacer con sus chaquetas de North Face en la “eterna primavera”. Así,
no solo estaba discriminando hacia adentro sino que, para colmo de la
vergüenza, era selectivamente xenofóbico. Parece desvivirse por la opinión de
aquellos a quien rinde pleitesía al tiempo que desprecia lo que piensen
aquellos a los que sin ningún derecho y sin ningún argumento considera
inferiores.
Pablo, y lo peor es que este descache de El Colombiano es
casi una anécdota baladí al lado de lo que, por ejemplo, no se cansa de hacer
el alcalde de Medellín. No me voy a poner yo a contarte lo que ya sabrás. Copio
apenas una parte de la columna que publicó en Semana Juan Diego Restrepo, un
periodista que es, además de serio, valiente:
Hace unos días, durante una intervención ante el
Congreso estadounidense, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, hizo una
alusión a Medellín, afirmando que la ciudad “logró la transformación”, en un
intento por mostrarle un ejemplo de desarrollo urbano a los árabes, a quienes
les dijo que “deberían aprender” de lo vivido en la capital antioqueña.
Las afirmaciones de
Clinton coincidieron con un homicidio en las calles de la ciudad de un
conductor de taxi y de denuncias sobre los cobros extorsivos a los propietarios
y conductores de vehículos de servicio público de pasajeros. De inmediato, los
periodistas quisieron conocer la opinión del alcalde Aníbal Gaviria Correa
sobre la situación de los taxistas y orgulloso por lo que había dicho horas
antes la Secretaria de Estado norteamericana sobre la ciudad respondió así a
una comunicadora: “Pareciera que usted no ha escuchado las palabras de la
señora Hillary Clinton”, y evadió la pregunta.
Ambas cosas, el editorial y la respuesta del alcalde, son
botones del mismo disfraz. (Y podría agregar otro, reciente. ¿Te acordás de la
indignación que sintieron los buenos paisas cuando un policía dijo que Bogotá
se estaba “medellinizando”?)
Antes de terminar debo decir que escribo esto con la
nostalgia del apóstata, la soberbia del que ya no tiene nada que cuidar y la
candidez del que descubre que el mundo es redondo, como-una-naranja. En fin,
con la certeza de lo peligrosa que puede ser una ternura equivocada.
Un abrazo,
Esteban
Pd. Cuando estaba leyendo completo el texto del que sacaste
la cita que motiva esta cantaleta, me pillé otra perla. Decía que según no sé
qué medición de no sé qué empresa El Colombiano era el diario con la línea
editorial más imparcial. Te pregunto –y me pregunto– si ese no es el peor de
los halagos para una “línea editorial”. Un editorial, en tanto que la opinión
del medio, debe tomar partido, debe ser parcializado. Una opinión imparcial es
o un oxímoron o una rastrera pusilanimidad. ¿No?
from: Pablo
Cuartas
to: Esteban
Giraldo Gonzalez
date: Thu,
Jan 31, 2013 at 6:02 AM
subject: Re:
Balazos a la línea k
Esteban:
Anoche antes de dormir, por capricho, releí las últimas
páginas de El fuego secreto: un incendio de proporciones que arrasa con Junín y
sus alrededores. Y te vas a reír y no me vas a creer que soñé lo mismo: que las
llamas devoraban ya no Junín, que sería una lástima, sino el periódico de los
antioqueños. Medio recuerdo una frase que oí en la confusión de gritos y
sirenas. Era un bombero angustiado que decía: “como hay mucho papel, es más
difícil de apagar”.
Ahora me despierto y veo tu respuesta y no sé muy bien qué
agregar.
O sí: que no es Bogotá, es Medellín la que se está
medellinizando.
Un abrazo,
Pablo
PD: Julio Ramón Ribeyro en Prosas apátridas: “Lo que pierde a los hombres no es tanto sus
grandes vicios como sus pequeños defectos. Se puede convivir muy bien con la
pereza, la prodigalidad, el tabaco o la lujuria, pero en cambio qué dañinos son
las negligencias o los ínfimos descuidos”. Cuánta negligencia, cuánto descuido
en El Colombiano...
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IMAGEN: http://www.flickr.com/photos/rafaeldelosandes/
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