lunes, 9 de mayo de 2011

Dejarlo todo

Juan es el que va a irse; Juliana la que debe quedarse. 


Lo que para Juan es claro desde un comienzo a Juliana se le presenta como una novedad intempestiva. Aunque ahora reconoce que sí, que siempre lo supo, pero por qué tan pronto… Justo cuando parecía que la casa que arrendaron juntos confirmaba lo que quería con Juan, lo que ha querido desde que lo vio. Ahora a Juan esto se le presenta como una novedad intempestiva –a juzgar por la cara que pone–, aunque podría decirse que ya lo sospechaba, que lo veía venir, porque a él siempre le sucede; siempre las enamora a todas. Juliana le dice que por qué se asombra si ella siempre se lo había dicho: quería pasar con él el resto de su vida, no importa que sea en arriendo, pero juntos, pagar energía, agua, teléfono juntos, tener un hijo –nunca lo había mencionado, pero lo incluye en su discurso húmedo, de mocos y lágrimas, a ver si cala–, y hasta le dice que podían ir a esa misión juntos, que ella también puede ser buena voluntaria, útil, que puede dejarlo todo. Así como él. Juan no dice nada, no refuta lo de la misión, ni lo del hijo, no está para decir nada porque en este mismo instante hace la maleta con todo lo que no va a necesitar hasta que se vaya, pues él es el que debe irse; ella, quedarse.

Hoy Juan no está en la casa, y Juliana llora y llora de rabia cuando ve las maletas puestas cerca de la puerta. En realidad no ha parado de llorar desde que Juan comenzó a hacer la primera maleta. Solloza cuando Juan duerme a su lado, sin que la oiga; y cuando se despierta, al otro día, Juliana ya ha llorado dos o tres veces. Haciendo el desayuno, llora; en la ducha, llora… También llora cuando Juan no duerme; le llora de frente y le suplica a veces que no se vaya, que la lleve con él. Juan repite que las cosas estaban claras desde el comienzo, por eso Juliana llora de rabia y piensa en no quedarse.

Juan abre la puerta de la casa y Juliana no está; ha decidido no quedarse según lee en la hojita que dejó sobre la mesa. Ni un rastro de Juliana. Nada en el clóset. Nada en el baño. La casa sola produce angustia, como si al irse fuera a dejarlo todo y, absurdamente, ni siquiera haya alguien a quien dejar. Desesperado sale a buscarla. Piensa en la casa arrendada: ¿con quién irá a pagar la energía, el agua y el teléfono? Piensa en Juliana: ¿con quién irá a tener un hijo? Piensa en dejarlo todo pero la necesita para dejarla. Juliana no sabe que la están buscando y Juan ni sospecha que nunca la va a encontrar.

CAMILO GIRALDO

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