Sólo sería una bella frase literaria si no designara el horror, la vergüenza, el matadero absurdo que es hoy Medellín. Veinte asesinados en un fin de semana y quinientos en lo que va del año, muchos de ellos por cruzar las fronteras invisibles, nos devuelven a una guerra fratricida que no por tenebrosa es menos estúpida. Definitivamente la bancarrota no respeta la historia, ni las costumbres, ni la fama, ni nada. Ya ni siquiera estamos en manos de un criminal de verdad, capaz de exigir una reforma constitucional, de truncar aspiraciones presidenciales, de construir y administrar su propia cárcel, de ofrecerse a pagar la deuda externa. Lejos está la caricatura ridícula y sangrienta del tal «microtráfico de drogas», las pírricas «guerras entre combos», las «vacunas» de los pobres a los pobres. Dizque disputas por el territorio y por las «plazas de vicio». Dizque «boleteo a los comerciantes del sector». Dizque «corredores estratégicos». ¿Cuáles territorios? ¿Barrios pobres? ¿Cuáles comerciantes? ¿Tenderos de barrios pobres? ¿Cuáles corredores estratégicos? ¿Tugurios? ¡Qué decadencia! A ver si por lo menos aprendemos a soñar en grande, a respetar la tradición…
Los administradores públicos, es decir, los administradores públicos del miedo, hacen como pueden su parte: distribuyen bien las dosis de pavor, ni mucho ni muy poco: «Son hechos de lamentar porque se perdieron vidas, veníamos de una semana con reducción de muertes que se alteró por estos casos que tuvieron mucha resonancia. Pero la disminución no se alteró y este año tenemos 38 homicidios menos, en comparación con 2010». Ay, y el pasquincito lamentable que tenemos por periódico, que se arroga ambicioso el gentilicio del país, como queriendo seguir colonizando, con sus tristes bienpensantes a sueldo, haciendo siempre como las malas sirvientas: limpiando sólo por donde pasa la patrona. Escondiendo, desviando, mintiendo, con una frivolidad que lo vuelve cómplice de la barbarie, atropellando la inteligencia de los lectores y la lengua castellana, el remedo de diario que nos cupo en suerte viene a sumarse al desastre de una ciudad que parece condenada al desbarrancadero. A él le debemos en buena parte la ignorancia generalizada, la cerrazón de espíritu y la mezquindad de oportunidades que nos obligaron a muchos a cruzar las fronteras de verdad. Los que se quedaron disputándose las migajas de una herencia criminal, ambicionando miserias, trazando y violando las fronteras invisibles, nos hicieron la vida insufrible. Y arruinaron para siempre, llenándola de contenidos siniestros, una bella frase literaria.
PABLO CUARTAS.
IMAGEN: LA MUERTE DE PABLO ESCOBAR, BOTERO.
A veces no sé qué me da más tristeza... Si ver cómo está mi ciudad, o cómo los medios magnifican las cosas haciéndolo ver todo como una tragedia. Definitivamente hay que hacer un cambio, pero hablar de cambio, en esta época, suena más que soñador, iluso. (Y, ¿por qué no? estúpido)... De todas formas, seguir intentando -aunque sea una pérdida de tiempo- podría dar frutos... (O por lo menos eso espero).
ResponderBorrar¡Me gusta mucho tu blog!
Un abrazo
Eli
Habría que pensar más el significado de la arruinada frase literaria. Es en sí misma una contradicción y un eufemismo. Una invisibilidad con efectos visibles; o es que, como diría "el diario leer de los antioqueños", ¿los muertos no cuentan?
ResponderBorrarEn algún otro medio hace pocos días decian: "fronteras imaginadas". ¿Querrían ponerle más fantasía al realismo?
(No, no es el invierno, es usted)
Eso se preguntan los "gentilicos" como dice Pablo, todas las respuestas se encuentran en el poder adquisitivo, pues ya ni siquiera la guerra de guerrillas luchan por un ideal. No se escandalizan con el número de muertes, ni se preguntan el por qué, nosotros simplemente nos hemos acostumbrado, como si fuera el cierre de la bolsa de valores o las noticias del clima...a estos eventos
ResponderBorrar