viernes, 30 de abril de 2010

Era jueves cuando cayó del cielo


Pocas veces había sido tan amarga la experiencia de que la realidad se parezca tanto a la literatura. Juan Diego Mejía dice que Alejandro Obregón decía que está bien que uno se muera, pero que las mujeres hermosas no se deberían morir. Y la verdad es que no sólo no se deberían morir, sino que sobre todo no se deberían suicidar. Y menos así.

Porque en el suicidio los métodos son tan importantes como el propósito. Quitarse la vida con un discreto cóctel farmacológico es un gesto brutal, claro, pero no es una afrenta a la belleza. Otra cosa es dejarse caer al vacío como Lucía, la protagonista de Era lunes cuando cayó del cielo, del citado Juan Diego Mejía. Esa caída libre y liberadora es el grito más feroz que se pueda proferir contra una sociedad preciosista y descompuesta al mismo tiempo. “¡Ahí tienen mi belleza. Ya no la necesito porque ya no me basta!”.

Y es que nunca basta. Lo que no confiesa esa sociedad que le exige Todo a sus mujeres, rápido y al mismo tiempo, es que nunca basta. De ese tamaño es el hueco que genera la demanda total y permanente que se dirige a las niñas, a las muchachas, a las mujeres, a las viejas y a las muertas: sean bellas, sean exitosas, sean madres, sean modelos, sean perfectas.

Hay motivaciones profundas que los suicidas se llevan consigo, pero no se debería desperdiciar la oportunidad para reflexionar a fondo sobre ese perfeccionismo febril que pesa sobre nuestras mujeres. Esa carrera extenuante que acorta la distancia entre las edades, las mil y una maneras de exigirle a las mujeres que sean mujeres de verdad y esa intransigencia que se declara contra aquellas que rompen el libreto que se ha escrito para ellas, nos pone de vez en cuando frente al mal: entonces una mujer hermosa cae del cielo después de romper un espejo y gritar cosas incomprensibles. Es un recurso mordaz para decir: “el Todo de ustedes, desde hoy, será la Nada para mí”. Lucía es el nombre de la suicida de Mejía, pero como también es el verbo lucir en pasado imperfecto, bien podría ser el nombre de todas las suicidas preciosas que renunciaron a seguir luciendo. Esa es la vanidad radical, más allá de los desfiles, las fotos y el maquillaje: la conciencia de que Todo es vano y la decisión de asumir la Nada. Esa Nada que nos dejan los suicidas como herencia:

No quedará en la noche una estrella. 

No quedará la noche. 

Moriré y conmigo la suma 
del intolerable universo. 

Borraré las pirámides, las medallas, 

los continentes y las caras. 
Borraré la acumulación del pasado. 

Haré polvo la historia, polvo el polvo. 

Estoy mirando el último poniente. 

Oigo el último pájaro. 

Lego la nada a nadie.

El suicida, J.L. Borges.

PABLO CUARTAS.

lunes, 26 de abril de 2010

Gente rara


Yo no quisiera repetir los mismos argumentos. Yo no quisiera hacer llover sobre mojado. Pero los atunes sí deberían pronunciarse acerca de lo que está pasando con Mockus. Esa esperanza. Y lo he pensado a ratos. A largos ratos, a veces.


Y pues sí: todo aquello de la honestidad a prueba de balas. Y la legalidad. Y la cultura ciudadana. Y otra opción es posible. Y que Santos es francamente vergonzoso. Y la demostrada capacidad de gestión. Y ni un paso atrás en seguridad. Y etcétera.

Lo sorprendente, sin embargo, es que Mockus no deja de parecer un tipo extraño. De ahí proviene su seducción. ¡Pero caramba, es muy raro!

¿Cuánto hemos tenido que sufrir como nación para que un tipo correcto e inteligente nos parezca raro, y parezca más raro todavía que pueda llegar a ser presidente?

Nuestra historia patria es una historia clínica, de siquiátrico. Desde la nefanda nocte septembrina hasta los “falsos positivos”. Por eso el hombre bueno nos parece un loco, porque la apasionada Colombia está descolocada, desde el puro principio. Tan chiflados estamos que el gesto de cordura que nos es dado es otra chifladura: votar por un sujeto que es lo bastante ingenuo como para decir que renuncia a todos los votos que no sean a consciencia. Esto es, en un país loco, en un país sin consciencia, pedir que no voten por él.

Como sociedad hemos llegado al grado cero de la enfermedad mental. Hemos pagado por la mano de un asesino. Hemos admirado a un tipo que en una cumbre de presidentes le pide al vecino que sea varón. Hemos… Hemos acolitado tantas barbaridades que hemos llegado al punto que no se puede más.

A pesar de todo, vuelvo y digo, a pesar de todo, a pesar de nuestra historia, a pesar de nuestro gobierno y la nación que esos gobiernos han construido, la mayoría de gente no es idiota. En realidad, así no lo veamos tan seguido, la mayoría de la gente es rara: correcta e inteligente. Como Mockus.

Vote.

ESTEBAN GIRALDO.

jueves, 22 de abril de 2010

Porque este dolor no se vende



1. INT. APARTAMENTO - NOCHE

Una sala, precaria pero amplia, casi vacía, sólo ocupada por un sofá cama en alguno de los rincones, una mesa pequeña que es más una mesa de costura que de comedor, tres sillas rústicas, algunas pocas fotografías de buen gusto –blanco y negro con bastante grano–. Sobre la mesa un periódico.

2. INT. APARTAMENTO – NOCHE

En la cocina gotea lentamente un grifo. Lentamente, muy lentamente, caen tres, cuatro gotas con consecuente sonido de agua chocando con aluminio.

3. INT. APARTAMENTO - NOCHE

Una mujer hermosa, Alba, vestida con camiseta e interiores tipo cachetero, acostada en una cama sencilla y destendida, cambia los canales del televisor ubicado al frente. Una vez ha cambiado repetidas veces y no encuentra nada apaga el televisor. Alba acomoda una almohada en su cabeza, otra entre sus piernas y se voltea sin cobijarse siquiera.

FUNDE A NEGRO (LARGO)

5. INT. APARTAMENTO - DÍA

La mujer se despierta. Desde el control remoto intenta prender el televisor y el televisor no prende. Alba insiste yendo hasta los botones del televisor pero no consigue ningún resultado. La mujer sale.

6. INT. APARTAMENTO - DÍA

El grifo ya no gotea. No gotea.

7. INT. APARTAMENTO - DÍA

Alba, vestida como en la noche, llega hasta la cocina y va a la llave del grifo. Le da vueltas. No sale ni una gota de agua.

8. INT. APARTAMENTO - DÍA

Alba llega hasta la nevera, la abre. Desde el interior de la nevera se ve a Alba indagando qué comer. En la nevera hay unas cuantas arepas retostadas por el frío, algunos tarros de salsa más vacíos que llenos, un tomate arrugado, unas cebollas podridas y un racimo con tres bananos. Alba saca el racimo con bananos y cierra la nevera.

9. INT. APARTAMENTO - DÍA

Alba, con los bananos en la mano, camina hasta la mesa. De pasada ve un papel en el piso, al lado de la puerta. Va hasta él y lo recoge.

10. INT. APARTAMENTO - DÍA

El papel es una notificación de corte de servicios públicos.

11. INT. APARTAMENTO - DÍA

Alba deja caer el papel al piso. Va hasta la mesa y se sienta poniendo los bananos en ella. Alba, ojeando el periódico en la sección de clasificados, pela uno de los bananos y se lo comienza a comer.

FUNDE A NEGRO (CORTO)

12. INT. APARTAMENTO - DÍA

Sobre la mesa el periódico, la cáscara de banano y los otros dos bananos en el racimo. Alba camina desde el fondo de la sala con un celular en la oreja, vestida con jeans y camiseta, descalza. Cuando le contestan dice:

ALBA:

Listo, hagamos ese negocio.

FUNDE A NEGRO (CORTO)

13. INT. PUERTA EXTERIOR DE APARTAMENTO – DÍA

Un dedo, con la uña pintada de negro, oprime el timbre. NO SE ESCUCHA EL LLAMADO AL OTRO LADO DE LA PUERTA. La mano con las uñas pintadas toca la puerta con los nudillos. La mano insiste. Alba abre la puerta con una sonrisa nerviosa.

15. INT. APARTAMENTO – DÍA

Alba, sentada al lado de la mujer que acaba de entrar, le recibe un contrato y mirándola desconcertada procede a firmar. La otra mujer le dice:

MUJER:

¿Sí está segura?

ALBA:

Sí, perdido casi todo, para algo valdrá la virginidad.

Alba firma y le entrega el contrato a la otra mujer. La mujer lo guarda en su bolso y de allí mismo saca unos guantes de latex. Estirándolos, dice:

MUJER:

Bueno, por lo que el cliente va a pagar, tengo que saber si es verdad.

ALBA:

¿Dónde?

Las mujer, poniéndose los guantes:

MUJER:

Aquí mismo.

Alba se voltea un poco, manteniéndose sentada y se quita los pantalones y los interiores. La mujer camina hasta enfrentarla y luego, abriéndole las piernas a Alba, se arrodilla. La mujer lleva sus manos hasta el sexo de Alba.

FUNDE A NEGRO (CORTO)

16. INT. APARTAMENTO – DÍA

La mujer con las uñas pintadas deja los guantes sobre la mesa. Coge su bolso y se comienza a ir. Alba está sentada, organizándose los pantalones.

MUJER:

Está bien. Hoy en la noche o mañana en la tarde te estamos llamando.

ALBA:

Está bien.

La mujer, ya saliendo:

MUJER:

Tranquila. No es nada del otro mundo. Solo una cosa: por conseguir al cliente nosotros nos quedamos con el cuarenta por ciento.

Alba, con gesto desencantado, va hasta la puerta y se la abre a la mujer que sale.

FUNDE A NEGRO (CORTO)

17. INT. APARTAMENTO – DÍA

Alba está sentada en la mesa. En ella, el periódico, los dos bananos y la cáscara. Sentada, comienza a quitarse los pantalones, luego los interiores. Alba toma uno de los dos bananos, arrancándolo del racimo. Abre las piernas. Coge el banano por una de las puntas. Se lo lleva hasta el sexo. Debajo de la mesa las piernas de Alba se contraen. Y es como si las recorriera un lento y doloroso escalofrío.

FUNDE A NEGRO (LARGO)

18. INT. APARTAMENTO – NOCHE

Alba sentada en la sala, al lado de la mesa. En la mesa la cáscara de banano, los dos bananos separados, el celular y el periódico.

ALBA (EN OFF):

Yo, me llamo Alba Figueroa, y a falta de todo lo que es necesario para vivir, busco un empleo.

Marzo 7 de 2007

ESTEBAN GIRALDO

sábado, 10 de abril de 2010

Gramática sobre los graffitis


Desconfío de las parejitas que cada vez que se ven, se hablan o se imaginan, pronuncian un “te amo”. O peor, lo berrean con mayúsculas. “TE AMO”. Lo gritan. Aborrezco a los irreverentes que de tanto mentar la madre empalidecen, desdibujan la fuerza del ¡hijueputa! cuando de verdad vale la pena insultar a alguien o a algo. Por eso, hijueputas ellos. Y, la verdad, desprecio el exceso de grafiteros en las calles y en las universidades colombianas. De ellos podría decirse lo que se dice de la poesía: ¡Hay tantos poetas y tan poquita poesía!

Las razones para la desconfianza, el aborrecimiento y el desprecio son las mismas. Voy con la primera: repetir una acción o una expresión termina por vaciarla de contenido. Y para esto, más allá de toda la semiótica, la lingüística y la filosofía que se han producido a propósito, no hay mejor ejemplo que aquella fábula famosa de Esopo: El pastorcito mentiroso. ¡Pobre pastorcito! Apenas hicieron falta tres veces para que el lobo se comiera a sus ovejas, dejándolo, literalmente, sin nada. Tuve un amigo que cuando no se hacía su voluntad comenzaba a darse cabezazos con lo primero que encontraba. Por supuesto, al principio tuvimos que ceder ante semejante chantaje, luego le advertíamos que se preparara porque no íbamos a recular, así se rompiera la crisma; que se diera bien duro a ver si acabábamos de una vez por todas con la bobada. Y paro aquí porque debo enunciar la segunda razón –que en realidad es una adenda de la primera–: lo que mucho se hace o se dice está en riesgo de perderse o de no haberse tenido nunca. ¡Ay! Qué candidez revela el famoso “sí se puede” que recorre como una plaga toda América. Y no lo digo sólo por las hilarantes barras que acostumbran escupirles los mexicanos y los ecuatorianos a sus siempre derrotadas selecciones nacionales de fútbol. Debe recordarse que fue Belisario Betancur Cuartas, nacido en la vereda el Morro de la Paila, en el municipio de Amagá, departamento de Antioquia, quien puso de moda en Colombia, allá en los lejanos ochentas, ese “sí se puede” que hablaba de paz y progreso. Pobre pastorcito mentiroso –digo– pobre presidente, a él le tocó ponerle el pecho a las tragedias del palacio de justicia y de Armero. Aunque pecho tuviera bien poco, como buen literato que es, dejándonos sin lo que de verdad se podía: un mundial de fútbol, donde hubiera sido lindo ver a la turba gritando: “¡Sí se puede, sí se puede!” Termino la explicación de esta razón con otro ejemplo y un vaticinio. El ejemplo: en el 2008 el Ministerio de Cultura de Colombia trató de posicionar el slogan –es detestable tanta exquisitez publicitaria–: “Sí hay cine colombiano”. Han pasado dos años y no se ve nada parecido ni en las salas de cine, ni en las páginas de los guionistas, ni en los presupuestos de los productores. El vaticinio: el “Yes, we can” de Obama terminará siendo tan poquita cosa que ya nos acordaremos del pastorcito mentiroso–digo– de Belisario Betancur Cuartas.

Ese es mi problema con el enamorado, que destiñe el amor de tanto usarlo; con el irreverente, que con su grosería no asusta ya ni al más casto; con el grafitero, que con la repetidera del “Uribe paraco” y sus variantes sólo aporta más suciedad a las que algún día fueron las blancas paredes de la Universidad Nacional en Bogotá. Tanto lugar común apesta.

Señor enamorado, tantas maneras que hay para decir te amo y usted se conforma con lo más llano, lo más zafio. Vea, le doy una perlita, pero no la repita mucho y no se la cuente a nadie: en la intimidad, cuando más sienta el amor que siente por su novia, no le diga “te amo”, dígale “mi definición era esperarla”. Señor irreverente, déjese de groserías, que a veces las bendiciones son más hirientes. Recuerdo a un alumno que tuve, que después de haber perdido el curso, después de la cruda recriminación, salió de mi oficina dando un portazo, no sin antes decirme “Dios lo bendiga”; nunca antes me había sentido tan insultado. Señor grafitero –sobre todo si estudia en universidad pública– persista en su empeño, pero antes de manchar un muro, que es el papel de los canallas, tenga la certeza de que está diciendo algo inteligente. Vale escribir “No me Ubico” si usted está en Guatemala entre 1931 y 1944, padeciendo las linduras del dictador Jorge Ubico, y si y sólo si usted se llama Augusto Monterroso. Vale escribir en una pared en un pueblo de Colombia “Los ladrones también son nuestros” si los paramilitares están matando a los cuatreros, y si y sólo si a usted le han robado algunas vacas. Vale escribir “No a Alvarito, Sí al Bareto”, si usted está siendo llevado a la UPJ, y si y solo si es capaz de escribirlo delante de los policías que lo llevan. No vale escribir “Apoyemos la lucha revolucionaria en Nepal” si usted se enoja cuando su mamá, su hermana o su novia no le lavan los calzoncillos.

Mientras tanto habría que prohibir los “te amo”, los madrazos y los graffitis, para que esas expresiones recuperen su alma; y sus artífices, el cerebro.

Medellín, viernes santo 2010.

ESTEBAN GIRALDO.