“¿Y acaso no es por mis delitos por lo que me siento tan unido a mi prójimo? Siempre, cuando veo un brillo de aceptación en los ojos de la otra persona, advierto ese vinculo secreto. A los únicos que no les brillan nunca los ojos es a los justos. Son los justos los que nunca han conocido el secreto de la confraternidad humana."
Henry Miller, trópico de capricornio.
No es nueva esta idea, aunque me sigue cautivando y me place hallarla en otras voces. Doy por supuesto que, en lo que se me antoja llamar “la humanidad más pura”, hay imborrables tintes pecaminosos, delictivos e inmorales (nadie se ha de extrañar). Luego, paralelo a esta idea que aunque consabida produce escozor, existe un sentimiento de complicidad, una sonrisa involuntaria y humana que le corresponde y que se escapa burlona entre las rendijas de lo socialmente aceptado y lo inevitablemente autocensurable. Llámese humor negro, apología al delito, pecado por pensamiento… u omisión, pero es de humanos llamarlo humanidad (sinceridad difícilmente humana), y quien así lo comprende conoce fácilmente la confraternidad.
CAMILO GIRALDO.
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