Las palabras nos
llevan por muchos caminos. La señal que apunta a la entrada de todos ellos ha
cumplido su función desde tiempos inmemoriales, y ellos mismos han sido tan
diversos como lápidas hayan sido construidas. Los hemos visto colmados de días
soleados, verdes campos o amables animales; como también de oscuras noches,
miradas siniestras y temperaturas escalofriantes. Felizmente, el hombre no es
feliz en lo estático del lenguaje sino en su movimiento. El negro puede ser divino y el blanco
desesperanzador, cuando la conformidad del gris resulta nauseabunda. Cada término[1]
encierra un número de aliados predeterminados pero mantiene las puertas
abiertas a una relación. Relación que no tiene que existir sino que le basta con ser imaginada.
Término… terminales
nerviosas veo a la entrada. En los parajes de este sendero se dibujan infinitas
posibilidades y hacia ellas me (¿?) deslizo eléctricamente. Creo que soy
pensado por la inercia de la espontaneidad, cuyo viaje sólo encuentra
intimidades desconocidas. De ellas podemos decir que nunca han hablado pero
actúan con el más estruendoso histrionismo. Además, su indefinición no se debe
a otro chiste fonemático sino a su naturaleza rebelde. ¿Conócete a ti mismo?
Este es el verdadero chiste. Como si la Luz del camino Apolíneo no solo fuera
la Verdadera sino que todos sus lugares fueran los más seguros y ciertos. Se
puede adivinar el comienzo de la respuesta: Yo… ¿Cuántas personas han dicho “Yo”
y han tenido la razón en ello?
Todos en la
búsqueda de escuchar esa palabra que traiga noticias de lo desconocido; ese
término con el que se pueda definir la llegada, la victoria sobre el terreno
enemigo. Pero la palabra que llena la boca del victorioso lo momifica y lo deja
a merced del abatimiento de Cronos; dejando una vez más claro que el grito de
la victoria ha sido pronunciado ya como grito de guerra. La fluidez del viaje
que trata de llegar a la fortaleza se perturba; la corriente se hace
extremadamente viscosa, pegajosa. La energía se acaba en un discurso
embalsamado, consistente en su exterior, sin vísceras al interior. Ése eres Yo.
¿Acaso éste
puede esperar mejor futuro que aquel que ya se le ha dado? Se seguirán grabando
piedras con el estilo más pretendidamente original, para que el mismo zombie
levante su mano a través de la tierra y crea diferenciarse. La uniformidad del
suelo es la llegada de la totalidad de los caminos. Todos entregados al brillo
de una palabra y dominados por la ignorancia y su padecer, desembocan a la
entrada del cementerio. Yo-camino-allí.
JUAN MANUEL GIRALDO
[1] (Del lat. termĭnus). m. Elemento con el que se establece una relación. m. Fil. Aquello dentro de lo cual se
contiene enteramente algo, de modo que nada de ello se halle fuera.